Una noche limeña en el Four Seasons

El lunes 7 de agosto, el hotel fue anfitrión de un verdadero dream team de la gastronomía peruana: cocineros de lujo que presentaron platos típicos y reversionados en una noche que también tuvo buenos postres, vinos, pisco y música.


por FLAVIA FERNÁNDEZ

@flaviafernandezcv


El término "evento sin precedentes" se usa mucho, aunque solo a veces la cosa merece esas tres palabras. Sin embargo, esta semana pasó acá, en Argentina, en la mansión del Four Seasons.



Vayamos por partes. Ante todo, la locación: palacio Alzaga Unzué, residencia alucinante estilo Belle Époque de la aristocracia argentina de comienzos del siglo  XX, declarada "Bien de interés histórico artístico" por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.



Podemos ponderar mil situaciones, entre ellas el clima: cielo despejado, estrellas, frío que no solo no molestaba sino que además invitaba a refugiarse en piscos y en las maravillas de dos bodegas indispensables: Vigil y El Enemigo, por un lado, y Sebastián Zuccardi, por otro, con su artillería del bien. 



Periodistas, artistas, políticos, gente de la gastronomía y demás, todos deambulando en islas de delicias y los bandejeos frenéticos que ofrecían platos de mar y de campo, todo (excepto las empanadas y un par de ítems criollos) con ADN peruano.



El 7 de agosto Buenos Aires se convirtió en el epicentro de la gastronomía limeña con la participación de algunos de los chef más reconocidos de Perú. Estuvieron Gastón Acurio con La Mar (presentó copita de leche de tigre de alcachofa, lenguado, vieira y pulpo, chips); James Berckemeyer de Cosme (pan chifero, chancho y langostinos); Micha de Maido (patita de cerdo con caucau y chicharrón crujiente); José del Castillo de Isolina (adobo de codillo de chancho con pepián de choclo); Pía León de Kjolle y Central (caliente de camarones, zapallo, ají panka); y Jaime Pesaque, de Maita (anticuchos de corazón y pollo, huancaína, ocopa).



Todos estos chefs de los World’s 50 Best fueron convocados por Juan Gaffuri, y rockearon los jardines del hotel haciendo historia. Las aguas -porque siempre hay que hidratarse con lo mejor- fueron de San Pellegrino. Y después vino la locura de los postres; suspiros y picarones, la dolce morte que nunca sucede porque… en la mansión se vive, jamás se muere.






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