Timeleft: una noche guiada por el algoritmo

Un restaurante, una mesa, una noche, un grupo de desconocidos y un algoritmo que orquesta una situación social a partir de una serie de preguntas en una app. En un país tan caracterizado por la amistad, la idea puede sonar rara, pero hay que sacarse los prejuicios de encima y entregarse a nuevas formas de crear vínculos.


por CAMILA BARREIRO

fotos RODRIGO RUIZ CIANCIA para TIMELEFT

@camila.barreiro
@ro200000

@timeleft 



Decidí vivir la experiencia Timeleft con un difuso objetivo: quizás fuera una noche fatal que se convirtiera en una gran anécdota, de esas que se cuentan entre risas resignadas. Sin embargo, mi crónica de un desastre anunciado cambió de titular cuando entré a TO-MA-TE y conocí a mis compañeros de ruta. ¿Qué se pone en juego cuando te sentás a una mesa con cinco desconocidos? De eso se trata esta aventura.


Como toda app basada en afinidades, empieza como un juego. Te bajás la aplicación y respondés algunas preguntas que configuran tu perfil, con datos que van desde el clásico “signo, estado civil y profesión” hasta opciones más curiosas (e, incluso, desafiantes) que se llevaron mi atención como: “¿te considerás más divertida o inteligente?”; “¿tus opiniones se guían más por las emociones o la lógica?”; “del 1 al 10, ¿cuánto te divierte el humor negro?”. 



La planificación arranca con el aviso de que tu grupo ya está configurado. Sé cuales son sus signos zodiacales, sé de qué trabaja cada uno, pero no sé quiénes son. El día del encuentro suena la anteúltima notificación: formo parte de la Mesa 1 en TO-MA-TE. A partir de ahí, solo queda presentarse en el horario pautado (siempre es un miércoles a las 21 h) y empezar. La última alerta suena ya en el taxi: uno de los enigmáticos compañeros canceló y otro está demorado. 


La dinámica es super relajada. Llegás a la mesa, conocés a tus compañeros y pedís lo que quieras para comer y beber. El ticket queda a tu cargo, ya que los 8 dólares que cobra Timeleft corresponden solo a la organización y el match. Una vez que termina la comida podés ir al bar elegido para esa noche, donde se nuclean todos los grupos para una copa de cierre (en mi caso, fue Plan V).



Primer diagnóstico de mi mesa: normales (respiro con alivio). Diagnóstico hecho por mí, claro, con mi difusa concepción de la normalidad y sin dar lugar alguno a la democracia. Para romper el hielo usamos un juego que propone la app con algunas preguntas curiosas para conocernos más. Charlamos así sobre qué era lo mejor que nos había pasado en la semana y hasta sobre qué opinábamos de las apps de citas. Todo fluyó, al punto de elegir platitos para compartir entre todos. 


Con cada risa y cada comentario nos fuimos acercando más a una cena con amigos pero jugando a tener más de seis grados de separación entre nosotros. En un mundo donde todos los que te rodean saben qué hiciste el verano pasado, algo del anonimato y volver a presentarte empieza a tener sentido. Nadie asume nada de nadie y todo se va desarrollando como una construcción.



Nuestra mesa no paró de hablar un segundo ni conoció silencios incómodos. Desde videos para mostrar talento en el canto, hasta peleas con amigos en viajes o citas fallidas, todo fue apareciendo como por casualidad. Incluso compartimos nuestros contactos para seguir hablando (así que “hola” si alguno está leyendo), una dinámica habitual en estos grupos.


Cada miércoles a las 21h, más de 30 restaurantes de la ciudad de Buenos Aires arman alguna mesa de Timeleft. Cada miércoles a las 21h hay personas citadas por una app que se disponen a tener una noche diferente, una anécdota o una experiencia. Participan locales como Cantina Amador, Gran Bar Danzón, Madre Rojas, Oh No! Lulu y Mauer (entre otros).


A veces, cuando pensás que todo va a salir mal, eso es lo único que sale mal. Y si efectivamente sale mal, por ahí dicen que el que salta al vacío no le debe ninguna explicación a los que se paran a ver (muy Cris Morena el final, a veces pasa).






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