Tentaciones y tentáculos

[ tenedor libre ]

LLEGUÉ A ATENAS DE MANERA poco ortodoxa. Viajaba desde Ginebra.Avioncito directo a las afueras deRoma: eran los albores de Ryan Air. Deahí, una combi alcentro. Pasé una nochemagnética en el barrio de Monti yal atardecer del otro día encaré para laestación de trenes: un viejo camaroteme robó el sueño y amanecí, comoquien no quiere la cosa, en Brindisi.

Al mediodía, 45 grados ideales parala desnudez al aire libre. Un ratito después,me embarqué en un ferry tresveces más grande que un Buquebus.Había comprado un pasaje en cubierta.Las primeras horas fueron unagozadera, al decir de una vieja colombianaque conocí en el trayecto. A lanoche, el Adriático se volvió de hieloy yo, un cubito envuelto en las volutasde carbón que desprendían las enormeschimeneas del barco.

Pisé Patras un día después y unbondi me depositó, hecho trizas, en lacapital griega. Otra noche de magnetismo,la ropa carbónica a la lavanderíay a la mañana un taxi compartidocon extraños me dejó en un muellede guapos veleros. Encontré el queme indicaron y subí por la popa, nomenos victorioso luego de semejanteperegrinación.

Lo sé, el preámbulo es largo, perolas cosas buenas entrenan la paciencia.Puestos a navegar –y a brindarcon sucesivas copitas de ouzos–, atracamosen una isla casi de ficción porlo diminuta. En un garito de la playa,íntegramente hecha de piedra rosay no de arena, vi una jaula con unaveintena de pulpos dentro secándoseal sol. Uno de ellos (ocho cerebros, trescorazones) fue asado vuelta y vuelta enuna precaria parrilla y así, como porarte de magia, aterrizó en mi plato,como por arte de magia desaparecióen mi estómago, tierno, tibio, truculento.???????IJ??? !



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