Los 5 fantásticos


Como en una celebración típica de pueblo marino, Diez Manos reeditó la velada culinaria en José Ignacio.

Diez Manos, segunda vuelta en Uruguay. De nuevo el lujo de juntar cinco grandes (Mauro Colagreco, Germán Martitegui, Narda Lepes, Darío Gualtieri y Fernando Trocca). Amigos, cinco de los grandes creativos argentinos, cocinando felices bajo el cielo estrellado de José Ignacio.

El punto de encuentro fue Mostrador Santa Teresita (lugar icónico, hoy parador/restó de Trocca). Se cerró la calle que desemboca al mar, hubo gran mesa sutilmente iluminada, decorada con figuras de fábulas. Excelente música, comensales que llegaron especialmente para no perderse la experiencia, invitados famosos y periodistas.

Colagreco estaba con sus padres, que contaban anécdotas de la maravilla que su hijo supo construir en Menton (su restaurante Mirazur ganó dos estrellas Michelin y su nombre ya es marca registrada en el mundo). Trocca se movía como pez en el agua en su templo de piedra y madera, Narda correteaba a su hija, que se durmió entre mantas, en un rincón post cocina. Gualtieri recibía y sonreía; Martitegui y su charme, estudiando cada detalle. Gran trabajadora y anfitriona, Raquel Rosemberg estuvo en cada detalle, previamente y en el mientras, de esta gran fiesta gastronómica.

El aperitivo de bienvenida -brótola frita con crema provenzal- estuvo a cargo de Juan Pablo Clerici, chef propietario de Café Misterio (Punta Carretas, Montevideo) y Namm (José Ignacio). Tato Giovanonni puso onda y estilo con una especie de bloody de melón verde y gin.

La maratón de delicias comenzó con Narda (pejerrey confitado con papa al limón y pi?ones). Después las mollejas de novillo con vegetales a la miel y tomillo, de Gualtieri.

Momento cumbre al recibir el plato hondo de ?oquis con mejillones de la isla de Lobos, de Mauro Colagreco. Caldo alucinante, inexplicable, que recibió aplausos. Y casi sin respiro dimos con la merluza negra más increíble, deliciosa y elegante que hayamos imaginado, de Germán Martitegui. Un cuadro que aún permanece y surge en las charlas de los privilegiados comensales.

Cuando uno pensaba que nada podía superar el deleite, llegó la bondiola al tacho con berenjena, de Trocca. Más aplausos. A todos. Y, desde ya, a Florencia Courr?ges, la pastelera que endulzó paladares con refinadas bolas de fraile y helado de pelones.

Bajo la consigna “ahondar en la investigación de productos de nuestra tierra”, los cinco fantásticos nos regalaron otra noche inolvidable. Los vinos, Alma Negra, de Ernesto Catena Vineyards.


por Flavia Fernández


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