La perdición
2015-12-06Cuentos chinos
UN IMPULSO GLOTÓN ME ARRASTRÓ a Villa Crespo en búsqueda de los mejores Xiaolongbao in town: encantadores bollitos de masa ligera, plegada y hechos al vapor que encierran una sopa de cerdo y jengibre. Al hincarles el diente se abren, jugosos, y te llevan a la perdición. Leí sobre un bolichón bautizado Original. Me llamó la atención porque, además de frecuentadísimo por la comunidad china, su especialidad era sólo para los del palo y no figuraba en la carta: los porteños culo-veoculo- quiero terminaban con ampollas en la lengua por ansiosos. La ciencia de comer Xiaolongbao indica que se los apoya con palitos en una cuchara y, antes de engullir, se les propina una sutil mordida para absorber el caldo.
A lo largo del viaje imaginaba esos bollitos tan aclamados en frente de mí: suculentos en pleno reviente, calentones, deliciosos. Aterrizamos en una calle oscura y el Google Maps daba salón de fiestas infantiles. “Ese lugar dejó de existir hará uno o dos años, m’ija”, batió el dueño del café aledaño. Qué puñal. Por inspiración divina me acordé de un bar palermifashion que me confiaron por el ramen y que también sirve baos. A esas alturas de la soirée no tenía nada que perder...
Entramos en Fukuro: fachada de stencils, ambiente pendex y mucha parla inglesa. Sentadas en la barra, nos atendieron pura calma a pesar de que estaban hasta las manos. Pedimos los consabidos, que llegaron de prisa y partieron igual. El bao –pan en chino– es una perfecta fórmula que empezó en Taiwán y ganó las calles tanto allá como en Occidente; incluso en Buenos Aires invaden ferias. Difiere del Xiaolongbao porque, si bien los dos son de vaporosa cocción, éste es de masa gorda y esponjosa que no envuelve sino que, a modo taco, sostiene los ingredientes: hongos o cerdo, salsa de ostras, algún pickle y maní. De todos modos, acá rompen con lo seguro y ofrecen combinetas curiosas, como cerdo, kimchi ahumado, gelée de limón ¡y pochoclo! Un acierto, Fukuro.