La barra, ese arrabal

Cuentos chinos

Para deleitarse con manjares chinois, un lugar insólito. Olvídense de la mesa pipí cucú, del servicio cálido y el ambiente agradable. En la barra del supermercado Asia Oriental reina el canto de los woks. Allí, muchedumbres impacientes esperan sus pedidos interceptados por carritos y curiosos. No hay camareros, se pide en el mostrador. Todo el servicio se reduce a una cajera que da respuestas monosilábicas y una frase larga luego de ordenar: “Sale en dié minuto, buscar en mesa”. 

Se me hace agua la bouche con sólo pensar en los fideos –caseros– con salsa de sésamo, soja y maní: para nada llamativos al ojo, pero de lo más deliciosos. Plato simplísimo y barato y, sin embargo, el más glorioso del Barrio Chino. Otro predilecto: los fideos de arroz con mariscos. Aunque suelo encontrarlos insípidos, los que sirven en Asia Oriental resultan distintos: muy sabrosos y de textura tirando a pegote. Recomiendo pedir los dos juntos y compartirlos porque se presentan voluminosos. Los ramen también son un acierto y representan una gran opción para entrar en calor. 

Si embuchen en barra por cuestiones de apremios, de estómago tentado o para vivir la aventura, una buena estrategia es primero agenciarse un lugar y después pedir la comida. Se sientan frente a la cocina o al costado, en la barra comunal. En tal caso, uno no come frente a los recipientes de acero inoxidable con la mise en place y los cocineros que sacan comandas como pelotas de ping pong sino tête à tête con los locales que chupan, ruidosos e impúdicos, sus ramen. 

Tenemos mucho que aprender de ellos. La mejor ubicación es esta última, en el extremo, al lado de la cocina. De todos modos, si agenciarse un huequito se vuelve misión imposible o los abruma el escenario, permítanse el pecado de pedir doggy bag y comer en casa.

 



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