El Nobel


Mario Vargas Llosa y su pasión por los buenos vinos. La visita del Nobel de Literatura por las bodegas y vi?edos de Gualtallary.


Acompa?ado de su esposa -y prima- Patricia Llosa, su hijo Alvaro (también periodista y escritor) y una reducida comitiva de amigos, visitó algunas bodegas y vi?edos, interesado por sus vinos. CUISINE&VINS tuvo el privilegio de compartir una comida en la finca que el empresario mendocino Julio Camsem posee en la localidad de Gualtallary, cercana a las estribaciones cordilleranas en Tupungato.

Entre grandes vinos y un espectacular asado, el Premio Nobel de Literatura, luciendo una camisa clara y gorra con visera, abordó un costado de su vida poco difundido: su relación con el vino.

Desde peque?o en mi casa y, sobre todo, cuando empecé a vivir en Espa?a (en la década del ‘50), tuve mi primer acercamiento al vino. Eran rústicos, muchos se hacían en las casas, pero yo los amaba. Los recuerdo con mucho afecto ya que fueron los primeros que tomé. Pasaron los a?os –evoca Vargas Llosa- y mi relación con los vinos se hizo más larga y placentera. Aprendí a elegirlos y a disfrutarlos. De hecho, la única bebida alcohólica que tomo es vino. Nunca me gustaron los destilados. Quizás haya influido que, durante mi ni?ez, me molestaba el hábito que tenía hacia ese tipo de bebidas un pariente mío, y las rechazaba, cosa que nunca me sucedió con los vinos. Durante mi visita a Mendoza, pude conocer algunas bodegas que elaboran los vinos que consumo habitualmente. Fue realmente gratificante. En especial, soy admirador del Malbec, un cepaje tan argentino que cada día gana más espacio en el mundo. Me llevo algunas botellas, muy bien elegidas
-muy diplomático, no hubo manera que dijera marcas- que voy a compartir con mis amigos.

Contó, además, que ha finalizado su última obra El héroe discreto, que estará en los mesones para septiembre, y que trata sobre la realidad actual de Perú (su país de origen), donde pasa breves temporadas cuando el frío es muy intenso en Madrid.

La tentación fue grande y, saliendo del libreto vínico, la pregunta fue directa: ?cuáles fueron los libros, de su extensa bibliografía, que más recuerda? Sin dudas los que más me costaron, como La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo y Conversación en la Catedral.

Su brindis, con una copa de Malbec en mano, fue por los mendocinos, por los argentinos y por la libertad.


 



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