MAGO: la adultez en la juventud

Con una cava impecable y una carta de vinos ídem diseñada y cuidada por Marcela Rienzo, MAGO es un restaurante con buen servicio, ricos platos y un clima que hace parecer que están ahí desde hace mucho tiempo, cuando en realidad llevan menos de un año abiertos.



texto y fotos MÁXIMO PEREYRA IRAOLA

@maximopi



En gastronomía, siete meses pueden ser poco tiempo. También pueden ser bastante tiempo. A veces la antigüedad termina siendo más definida por la cantidad de mesas ocupadas noche tras noche, por la profesionalidad del servicio, por el nivel de consistencia en la calidad de los platos, por el diseño perfeccionado de las cartas de vino. Por las estrellitas en google, por el numerito en trip advisor, por la cantidad de veces que nos llega por algún lado u otro la recomendación de ir a visitar el lugar.


La semana pasada, invitado por Marcela Rienzo, fui a conocer MAGO. El restaurante está en una esquina de Núñez, barrio que tiene muchos lugarcitos buenísimos pero visito poco porque está pésimamente conectado con el mío. Abrieron en noviembre, y habiéndolos conocido me dan ganas de medir el tiempo en base al ambiente, el servicio y la actitud frente al negocio (me aburre decirlo así, pero vengo de estudiar muchas semanas para un examen de Marketing y quedé un poco seteado. Me bocharon, por cierto).



MAGO tiene esos siete meses de edad de los que hablé al principio. El lugar es impecable; antes en esa esquina había uno de esos restaurantes esquineros sin mucha personalidad, pero hicieron una buena inversión, lo renovaron por completo y crearon un ambiente tradicional, elegante y a la vez relajado. Los asientos son cómodos, no hay banquetas odiosas, la luz es cálida y baja en el salón, pero ilumina bien en las mesas y hace innecesario el flashazo duro en las fotos. El techo tiene personalidad, no sobran mesas, y le dieron mucha bola a la acústica, por lo que se puede conversar perfectamente sin escuchar a los vecinos ni lamentar el volumen de la música. De hecho, tuvimos una conversación muy larga y entretenida con Marcela y con Laura Litvin sin molestar ni ser molestados.


En el medio del salón hay una gran cava a la vista, con mucha presencia y personalidad, en la que se puede admirar el buen gusto de la Rienzo, a quien lugares para lucirse en estos días no le faltan. "Arrancamos con vinos más bien tradicionales, siendo cautos, con bodegas conocidas y mucho de Mendoza", dice, "pero hace un tiempo rediseñé la carta para incorporar otras provincias, otras cepas, bodegas más chiquitas". La carta tiene un detalle que me encanta, de hecho; una introducción escrita y firmada por Marcela en la que explica sus criterios de selección. Son dos: el menú, con platos clásicos reversionados y carnes tradicionales a la parrilla, y la singularidad de cada botella. Los vinos aparecen con breves reseñas o comentarios personales, y así da gusto. De hecho, nos cuenta más tarde la sommelier, hace poco se sorprendió al enterarse de que una etiqueta de una bodega poco conocida se agotó en poco tiempo, superando en ventas a varios clásicos indiscutidos.



Siempre hay que escuchar a la Rienzo con sus recomendaciones, entregarse y seguirla. Cuando nos pregunta qué queremos tomar, contesto que quiero tomar lo que ella quiera que tomemos, y así pide un Socavones Malbec Reserva, que está buenísimo. Lo hace Terra Camiare, una bodega de Colonia Caroya, en Córdoba. Estamos tranquilos, somos tres, y ese va a ser el vino de toda la noche.



La carta es tradicional. Mucha parrilla, entradas como burratas, provoletas, tortillas y buñuelos, pastas, risottos, ensaladas, una pesca a las brasas. Todo abundante, nada de platitos. Tiene sentido: pensaron en los vecinos, en las familias que seguramente los visitarían (y efectivamente los visitan), y tal vez un poco en la gente que está harta de los platitos y los fermentos. 


(Ojo, a mí me encantan los platitos y los fermentos eh, esto es apenas un "me dijeron").



Como sea, son cautos pero también tienen ganas de que la carta sea dinámica, de incorporar cosas nuevas mirando a nuestra cultura para atrás y reversionando con estilo. Tienen un lomo Strogonoff, por ejemplo, y ¿cuántos restaurantes nuevos hacen esos platos? Muchos menos de los que deberían, sin duda. Nosotros arrancamos picando unos buñuelos de acelga y unas mollejas de corazón muy sabrosas. Antes hubo una panera magnífica con un roll de queso que se me viene apareciendo en sueños.



Seguimos con una buena milanesa de lomo con pesto de rúcula, tomate marinado y queso parmesano, bien cocinada y de tamaño razonable (eso de la milanga XXL mejor que quede en... esa cadena maldita). Muy rica, pero muy ricos sobre todo, a niveles adictivos, los boniatos fritos que la acompañaron y que me parece obligatorio pedir acá. También había un buen puré de zanahoria y jengibre, pero insisto: los boniatos.



Estábamos carnívoros. Pedimos el asado especial, ventanita de novillo a tres huesos cortado ancho, con el punto que más me gusta, y una ensalada de verdes acompañando con sutileza. 



Para los postres nos zarpamos, pero la culpa no fue nuestra. Pedimos un flan, uno solo, como para terminar con algo dulce, tranqui. Cayeron con una tabla de mantecol casero y otras cosas que no recuerdo bien porque el mantecol me distrajo, además del flan que teníamos en mente y uno nuevo de dulce de leche. Ah, y un volcán de chocolate. Todo muy bien, aunque me gustó especialmente el flan tradicional, sin un solo agujerito.



Entre postre y postre, recibimos en la mesa a la chef, Victoria De Oliveira Santos. Joven, enganchadísima con la cocina, siempre sonriente. Creció en el ambiente gastronómico, trabajó en todos lados y ama lo que hace, siempre con el ojo puesto en el producto y en innovar sin pretensiones innecesarias. Una copada. 


No pregunté por qué MAGO se llama así, ni si es necesario escribirlo con mayúsculas como hice en esta nota. No importa. Lo cierto es que este joven restaurante, muy adulto, arrancó bien, sigue mejor y va dando pasos con inteligencia, atento a lo que el público le dice. Habrá que volver en un tiempo, ver en qué anda y releer el diario del paladar de Marcela Rienzo.



______________


MAGO
@magoresto

Monroe y Montañeses, Núñez - CABA

Viernes a domingo de 12 a 17 y de 20 a 00 h; martes a jueves de 20 a 00 h

11 2628 7888

magoresto.com.ar





Comentarios