Che Perú: un peruano argentinizado

En medio de Recoleta, entre vorágine de gente y autos, la cultura gastronómica peruana se hibridiza con la local en un restaurante con impronta propia y poco miedo al qué dirán. 



La cocina peruana ya está bien instalada en Buenos Aires; lo que en algún momento pareció moda es hoy uno de los bastiones de la gastronomía porteña, y cada día hay más opciones, algunas bien tradicionales y otras más atrevidas. Así la descubrió José, y quedó flechado. Gastronómico de toda la vida, rápidamente se puso a pensar qué podía hacer él ante este escenario y la idea de Che Perú no tardó en aparecer. Un restaurante con inspiración peruana pero hecho por argentinos. Junto con su hermano Mario y su sobrina Catalina comenzaron a trabajar el concepto y pronto llegó el local, a unas cuadras del Cementerio de Recoleta. Les tocó abrir en pandemia, en un barrio que se convirtió en fantasma con las cuarentenas. “Costó, no sabíamos si nos iba a funcionar o no, pero nos tiramos a la pileta. Creemos que si hacés las cosas bien, tarde o temprano, todo va a salir bien”. Y así fue, con un recibimiento increíble de los vecinos, entusiasmados por la apertura.  



A la mesita de la calle, resguardada en una suerte de oasis citadino, llegan pronto los primeros platos. Risotto de quínoa y ají amarillo, cremosísimo, con hongos grillados arriba (vegetarianos, es por acá). Segundos después aparece la identidad argentina, con una provoleta gigante coronada por pickles de cebolla y las empanadas de José, uno de los hits de la carta, de lomo cortado a cuchillo, bien jugosas y condimentadas. La carta de vinos no es larga pero sí variada. nosotros fuimos por un Fumata Bianca Malbec, de Piccolo Banfi, un tinto con la potencia exacta para no opacar ni ser opacado.



El lomo saltado es excelente, con cocción perfecta de carne y verduras. Lo acompañan la combinación clásica de arroz blanco y papas fritas, como para no quedarse con hambre. El picante de mariscos es otro hit absoluto, y que el nombre no asuste porque el picor es bien moderado, en una adaptación para el paladar porteño, tan susceptible a las capsaicinas. 



Fuimos un poco al revés, porque terminamos el almuerzo con pescados y vino blanco. Seguimos con Piccolo, ahora con un Sauvignon Blanc jovencito, fresco. Y hablando de frescura, los pescados. José hace mucho hincapié en la importancia de las materias primas: “si no veo que la pesca esté buena, no hay sushi. Mis clientes confían en que les damos lo mejor, y hay que estar a la altura”. Che Perú también escapa de la tradición en el armado de su sushi, bien argentino, con piezas gigantes y bien cargadas, la abundancia hecha roll. Los fundamentalistas japo no lo verán con buenos ojos, pero no se puede negar que encontró su público: salen platos para todas las mesas y hacen soldout constantemente. Los tiraditos también siguen la filosofía maximalista, hay color por todos lados. Probamos el rosado, con una salsita nikkei maravillosa y algunas magias más. 




Che Perú abre todo el día y es ideal para cenas y almuerzos descontracturados. Un poco de aire fresco en una zona a la que le faltaba color, sabor y fiesta. Arriba la copa de pisco sour, y a disfrutar. 



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CHE PERÚ
@cheperu_

Guido 1962, Recoleta - CABA

Martes a domingos de 10 a 00 h

11 5389 6162





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