por ANA PAULA ARIAS
Cuando hablamos de versatilidad en el vino decimos “rosadito”, porque es lo mejor que podés servir en una mesa a la que se sienta gente que es fan del tinto y del blanco, porque queda bárbaro con carne y con pescado y porque, como anticipamos, es ideal para esta época.
Elegimos el Rosé de bodega Funckenhausen, un corte de tintas que se maceraron brevemente hasta conseguir su distintivo tono asalmonado. La original combinación de Malbec, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc es uno de sus puntos fuertes y lo convierte en un rosé de estilo moderno, complejo y delicioso. De botella de litro, es un lujo que nunca falla y que es fiel ejemplo del potencial de San Rafael en lo que respecta a vinos frescos y elegantes.
De la misma bodega seleccionamos el Malbec La Espera, un tinto bien frutado y con un toque de madera que le da complejidad. Nos encantan los vinos bebibles y sin vueltas, y La Espera Malbec, con presentación renovada, es un muy buen ejemplo de eso. Ideal para el otoño, se banca sin problemas un guiso carrero, pero también sirve para acompañar un menú más simple, sin eclipsarlo.
La caja se completa con el Sin Rodeo Cabernet Sauvignon, el nuevo tinto de la jovencísima bodega homónima. Con la impronta inconfundible que le da el terruño de Lunlunta, este tinto es ideal para comenzar a amigarse con una cepa injustamente temida. Las notas de frutas rojas y pimienta se combinan con su perfil leventemente floral. No podemos decirlo más efusivamente: los Cabernet no son “fuertes” por naturaleza, son intensos muchas veces, son tánicos otras tantas, pero, como siempre en la enología, la clave es el balance, la “redondez” al decir de los conocedores. Y el Sin Rodeo es balanceado y muuuy rico. Como las otras etiquetas de la caja, también es otoñal, porque se bebe bien tanto los mediodías soleados, como las noches frescas de abril.
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