por ANA PAULA ARIAS
fotos BODEGA FINCA LA CELIA
Cuando aún no había demasiadas posibilidades de elaborar vinos en el Valle de Uco, La Celia ya estaba ahí. Con más de 130 años de historia y pionera del Malbec en la zona, la bodega sigue redescubriendo los detales de su propio terroir. Hablamos con su enóloga, Andrea Ferreyra, quien nos contó acerca de sus comienzos y de los nuevos lanzamientos de la marca.
¿Cuál fue tu recorrido en el mundo del vino hasta llegar adonde estás hoy?
Empecé en la vitivinicultura desde muy pequeña; mi abuela materna tenía una finca en el Valle de Uco e iba todos los fines de semana de mi niñez. Mi conexión con la naturaleza fue temprana. Luego, siendo Mendoza una provincia con una actividad en la vitivinicultura fuerte, estudié Enología en el colegio secundario y luego en la universidad.
¿Era una familia vinera la tuya? ¿Cuál es tu primer recuerdo con el vino?
Sí, el vino siempre estuvo presente en los almuerzos familiares; recuerdo muchos vinos en la mesa de la familia materna. El primero que tomé fue Canciller… me gustaba coleccionar las botellas vacías, las etiquetas, las estampillas etc. Otro recuerdo lindo es el de ir a comprar vino a la bodega; camino a la finca hacíamos la parada en Cabrini. Probé el vino por primera vez a los 6 años, cuando mi mamá me dejaba “mojar los labios” con vino puro. En el almuerzo lo típico era soda con unas gotitas de vino; el vaso quedaba rosado y con mucha espuma.
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Los enófilos tienen siempre un recuerdo anclado en la niñez: el primer sorbito o las fiestas familiares donde quedaban las copas semivacías de madrugada, elixir de los nenes más curiosos. Andrea nunca dejó de vincularse al mundo del vino: la idiosincrasia familiar se coló en su profesión. Se graduó como enóloga en la Universidad Juan Agustín Maza de Mendoza y enseguida comenzó a trabajar. Desde hace más de quince años trabaja para La Celia, y en ese trayecto se convirtió en una referente de su área en el país.
Hablemos de donde estás hoy ¿Qué es lo que más te gusta de trabajar en La Celia?
La Celia para mí es mi lugar en el mundo; es un lugar maravilloso. Me gusta todo el trabajo que hago y me siento muy afortunada. Sin embargo, lo más desafiante es la época de vendimia, en especial la pretemporada cuando empezamos a ultimar detalles de lo que será la vendimia en sí: caminar la finca, probar las uvas, evaluar el pronóstico extendido del tiempo etc, etc... Otro momento muy lindo es la clasificación de la vendimia: cuando ya están todos los vinos elaborados, la mayoría con su FML terminada, hacemos jornadas de dos días, a veces más, en los que con el equipo catamos todos los vinos y los clasificamos.
¿Tenés total libertad en cuanto a lo enológico o hay cosas que se tienen que consensuar en conjunto en la empresa?
La definición enológica de los vinos es mi responsabilidad y está alineada en función de los vinos que pretendemos lograr. Tengo mucha libertad a la hora de hacer los vinos, lo cual implica mucha responsabilidad también. Es un verdadero trabajo de equipo en el que todas las áreas participamos y trabajamos para lograr los mejores resultados.
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A principios de la década de 2000, mientras los consumidores se maravillaban con los vinos de la llamada “primera zona vitivinícola” de Mendoza (Luján de Cuyo y Maipú), algunos productores empezaron a ponderar al Valle de Uco. Ese no tan repentino interés tuvo que ver, principalmente, con la inversión extranjera que permitió empezar a trabajar una superficie naturalmente difícil para el cultivo de la vid. Las nuevas tecnologías permitieron confirmar el potencial que el terruño siempre había tenido y comenzaron así a surgir las grandes etiquetas de la zona que hoy conocemos. Años después, la conexión espontánea que suele hacerse entre La Celia y Valle de Uco no es caprichosa: la bodega se emplazó allí en 1890, mucho (muchísimo) antes de que la gente supiera siquiera que ese lugar estaba destinado a producir grandes vinos.
El boom de Valle de Uco tiene a todos súper pendientes de lo que sucede allí. ¿Eso te divierte, te genera una presión extra en tu trabajo o te es indiferente?
La verdad es que para mí es algo natural, debido a que La Celia siempre estuvo en el Valle de Uco, rodeada de un viñedo extraordinario. Hacemos nuestros vinos con el 100% de nuestras uvas, un verdadero privilegio. Me genera motivación, entusiasmo, alegría y también un gran sentido de pertenencia al lugar.
¿Qué tiene el Valle de Uco que lo hace tan especial?
Lo que lo hace especial al valle de Uco es que es un lugar con características agroecológicas únicas: tiene pureza de aire, de agua y de suelo; está al pie de la cordillera de Los Andes; cuenta con un excelente clima, apto para el desarrollo cualitativo de la vid; y además posee una riqueza histórica muy importante. Este lugar, que es único, nos permite elaborar vinos con una calidad de textura y refinamiento sumamente valorados. En el caso del Valle de Uco, que es una región muy grande y diversa, nosotros estamos al sur, en el departamento de San Carlos, un lugar con mucha historia. Nuestro viñedo es un solo paño y se encuentra en la zona comprendida entre Eugenio Bustos (hacia el este) y Paraje Altamira (hacia el oeste); en el medio está La Consulta, es decir que tenemos tres geografías distintas en un solo viñedo, y si bien el origen de los suelos es el mismo, aluvional y calcáreo, al estar en distintas alturas y tener composición distinta, los vinos se expresan de manera diferente. También el clima juega un rol muy importante; es una viticultura de clima continental, pero con un diferencial respecto a la región de Mendoza: tenemos temperaturas menores y mayores amplitudes térmicas, entonces las plantas vegetan mejor y esto se traduce en vinos de perfiles aromáticos frescos y muy delicados.
La nueva línea de La Celia, Terruños, nos muestra que Valle de Uco no es una unidad
homogénea, ¿cómo se comunica eso al consumidor sin que sea confuso?
La nueva línea de vinos de Terruño se compone de tres vinos provenientes de cada uno de los tres terruños que tenemos en nuestro viñedo. Lo interesante es que son ediciones limitadas que provienen de un polígono o microparcela cuya delimitación está dada por la característica de suelo que tiene. Tenemos estos tres vinos diferenciados por su suelo y por la cepa: La Celia Paraje Altamira, cuyo origen es 1 ha de superficie, de un polígono (el n°13) y la variedad es Malbec; La Consulta, cuyo origen es 1 ha de superficie, de un polígono (el n°5) y la variedad es Cabernet Franc; Eugenio Bustos, cuyo origen es 1 ha de superficie, de un polígono (el n°1) y la variedad es Cabernet Sauvignon. La etiqueta menciona el lugar, que está representado por un sutil perfil de suelo; en la contraetiqueta mencionamos la cepa, hay un mapa del viñedo con los tres terruños y las características del suelo. Cada uno de estos tres vinos tiene una etiqueta distinta, con el perfil del suelo al cual pertenecen.
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La línea Terruños es un proyecto de larga data que llevó varias etapas de estudios en los viñedos del Valle de Uco, un paño que abarca las localidades de Eugenio Bustos (a 980 msmn), La Consulta (a 1050 msmn) y Paraje Altamira (a 1100 msmn). Se trata de tres zonas dentro del sur del valle que, si bien todas tienen un extraordinario potencial enológico, también son diferenciables entre sí gracias a los análisis exhaustivos que se llevaron a cabo. Para encontrar los bloques homogéneos (también llamados polígonos) que mejor expresen el terruño de cada lugar, se caracterizaron y subdividieron los viñedos de la finca según los tipos de suelos, con estudios de conductividad de suelo y explorando las diferencias dentro de una misma parcela; también se cosechó en distintos perfiles de madurez y se hizo una vinificación en bodega, separando estos pequeños lotes. Luego de la crianza y comparación, el equipo dio con el bloque del viñedo que buscaba.
¿Cómo impacta el suelo en el vino? ¿Se percibe, en términos de aromas y sabores, el tipo de suelo en el que se crió la vid?
El suelo es esencial en el crecimiento de las raíces de la vid y en el sostén de la planta; por lo tanto, las características de los suelos se reflejarán en las características del futuro vino. En un suelo con buenas condiciones, la planta vegeta muy bien y produce uva de buena calidad, y por ende los vinos también lo serán. En el caso de nosotros, que estamos presentando tres vinos de tres lugares distintos dentro de un mismo viñedo, podemos encontrar diferencias significativas debido al origen. Todos nuestros vinos tienen un denominador común, que es la elegancia y la textura en boca.
¿Te interesa indagar también sobre el potencial de los viñedos de Valle de Uco para la producción de blancos?
Sí, por supuesto. Argentina históricamente fue un país que hacía vinos blancos, porque eran lo que más se consumía. Luego, migramos a los tintos y ahora, de a poco se está poniendo en valor nuevamente a los vinos blancos. Nosotros elaboramos dos vinos en nuestro portafolio: el Chardonnay y el Pinot Grigio, y en nuestra finca se desarrollan muy bien ambos, con notas frescas y una acidez natural que juega un rol importante en la longevidad del futuro vino. Creo que la región tiene muy buenas condiciones para elaborar vinos blancos de muy buena calidad.
En estos casi 10 años que llevás al frente de la bodega ¿notaste que cambió mucho la percepción del consumidor frente a los vinos de la zona?
Yo creo que sí y para bien; sigo insistiendo en que el Valle de Uco es muy diverso y Argentina viene transitando una evolución lógica en la forma de hacer vinos; empezamos por lo “general”, y de a poco vamos a lo “particular”. Hacia fines de los años 90 y principios de la década de 2000 se hablaba solo de Malbec, independientemente del origen; luego, con el paso del tiempo, todo se empezó a regionalizar más y Valle de Uco, por ejemplo, quedó muy amplio, entonces con el estudio de regiones se fueron caracterizando los lugares y hoy es muy común hablar de más de un lugar dentro de una misma IG (indicación geográfica).
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