por MÁXIMO PEREYRA IRAOLA
Hablamos seguido de Colomé. Hablamos seguido porque nos gustan su historia, nos gusta su gente, nos gustan sus eventos y sobre todo nos gustan (bah, nos encantan) sus vinos, elaborados con uvas que crecen a alturas impensadas en viñedos que constituyen un verdadero oasis en la montaña desértica.
Todo empezó en 1831, año en que Nicolás Severo de Isasmedi y Echalar, el último gobernador colonial en Salta, fundó la bodega. En 1854 su hija Ascensión, casada con José Dávalos, importó cepas de Malbec y Cabernet Sauvignon desde Francia y las plantó en la finca; los frutos de aquellas plantas ancestrales siguen siendo hoy aprovechadas para el Colomé Reserva.
Los descendientes de Ascensión y José se mantuvieron al frente de la bodega nada menos que hasta 2001, cuando Donald y Úrsula Hess, empresarios suizos enamorados del terroir salteño y sus vinos, adquirieron la empresa y se dedicaron a potenciar el proyecto apostando en todo momento al desarrollo de la viticultura de altura. Pasaron 20 años y ese objetivo, aunque ellos dirán que siempre se puede apuntar más alto (¡más alto!), está cumplido. Los vinos de Colomé son verdaderamente excepcionales y reflejan un microclima muy singular y puro que se ocupan de cuidar y preservar por medio de tecnologías y prácticas sustentables.
Como el vino es casi todo pero no es todo, Colomé tiene la mirada puesta en otros frentes. Uno de ellos es la sostenibilidad y el bienestar de la comunidad de Colomé, en los Valles Calchaquíes, a 2.300 metros sobre el nivel de altura; año tras año realizan numerosas acciones destinadas a mejorar la calidad de vida de los habitantes del lugar y promover el turismo y el desarrollo de la región. Uno de sus mayores orgullos es la Estancia Colomé, en el Alto de Cachi: un hotel de estilo colonial con nueve habitaciones que le cambia la vida a todos sus huéspedes; además de estar rodeado de vistas excepcionales y un servicio de aquellos, ofrece gastronomía autóctona y regional de altísimo nivel. También vale destacar el Museo de la Luz, un espacio en la montaña que alberga obras de James Turrell y cuyo contenido (misterioso y celosamente guardado; hay que ir y verlo en persona) impacta a todos sus visitantes.
Colomé tiene viñedos a 1.700 msnm. También a 2.300 y también a 3.111; una locura, pero lo hacen. El vino es tremendo, claro, porque la naturaleza sabe, hace cosas maravillosas, y todavía más si la saben ayudar. Hoy en día la bodega está en manos de Larissa y Christoph Ehrbar, hija y yerno de los Hess, quienes al igual que la generación previa supieron elegir bien sus enólogos y su equipo en general para garantizar la creación de vinos sentidos y entendidos, que conmueven y asombran. Como ejemplo, y hay muchos o todos en el porfolio del proyecto, basta el Colomé 1831 Oldest Vines, etiqueta icónica de la bodega, elaborado con las uvas de Santa Jacoba, el viñedo más antiguo que tienen. Es complejo, sofisticado y sin dudas único.
Ahora Colomé cumplió 190 años, y mientras nos preparamos para los dos siglos, festejamos. En un evento íntimo y relajado en el Mercado del Faena, la bodega presentó un estuche premium con dos botellas de Colomé Edición Especial 190 años pensado especialmente para los amantes del vino de colección. La partida limitada consiste en una botella de Colomé 180 años Cosecha 2010 y una segunda botella del nuevo Colomé 190 años Cosecha 2020; una degustación vertical de Malbec de altura con 12 meses de crianza en roble francés para disfrutar en casa.
La bodega no da un paso sin pensar en su impacto ambiental y comunitario; por ese motivo, el 50% de las ganancias obtenidas por la venta del estuche de edición limitada se destinará a los programas del Plan de Desarrollo Social que forman parte de la estrategia de Responsabilidad Social Empresaria de Grupo Colomé, para dar respuestas a las necesidades de su comunidad local. Los estuches (gran regalo navideño, dicho sea de paso) se pueden adquirir en la bodega o en la tienda online de Colomé.
¡Por muchos años más!
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