La inquisición: Juan Roby, el enólogo de Lagarde
2019-05-07Lagarde es una bodega histórica de Luján de
Cuyo, en Mendoza. Eso no le impide, sin embargo, apostar por una viticultura
moderna y más en sintonía con el medio ambiente. Entrevistamos a su enólogo,
Juan Roby, quien nos habló de ello y mucho más: sus comienzos, la filosofía de
la bodega y por qué el cultivo orgánico es tan importante para el planeta.
por ANA
PAULA ARIAS
¿Cómo
arrancaste en esto? ¿Venís de una familia de viñateros, o nada que ver?
Hay una rama de mi familia volcada a la
agricultura: mi hermano estudió Enología en Davis [Universidad de California],
y mi abuelo tenía una finca. Me gustaba mucho el campo en general. Trabajé en
equipos de riego y en varios otros lugares antes de entrar a Lagarde, y me copó
el tema de los viñedos, pero cuando trabajaba sólo en los viñedos para mí el
resultado quedaba trunco. Producía uva para hacer vinos y después no entendía
dónde terminaba o por qué terminaba de tal manera. Entonces ahí empecé a
meterme más en la bodega.
¿Cómo
es un día de trabajo en la bodega?
Se arranca temprano. Tenemos equipos
conformados: en la bodega hay un segundo enólogo y en la finca hay un agrónomo
que están en permanente contacto. Mi vida arranca hablando con ellos, con los
encargados de finca, sobre todo en la época de vendimia. Y, después de una
pasada por la bodega, voy a algunas de las fincas a verificar madurez, a probar
uvas. Es una época en la que estás muy en contacto con la tierra y con el vino.
Juan
trabaja con Lagarde desde hace veinte años. En 2003 Sofía Pescarmona (CEO de la
bodega) le ofreció hacerse cargo de la parte enológica, y desde ese momento es
responsable de la totalidad de los vinos. Durante esos años vio pasar muchas
modas, y recuerda que “durante la década del 2000, teníamos vinos que eran un
caldo de madera, de taninos ricos pero que no te podías tomar más de una copa”.
Lagarde tiene debilidad por lo novedoso; por eso no dudaron en dejar atrás el
exceso de madera para pasar a hacer un producto más fresco. Tanto Sofía como
Lucila Pescarmona (Brand Manager) y Juan Roby tienen una visión vanguardista
que les permite embarcarse con comodidad, entre otras cosas, en un proyecto de
cultivo orgánico.
¿Cuándo
empezaron con el tema del cultivo orgánico?
Empezamos a certificarlo en 2015. Desde que te
empiezan a auditar son tres años. Igual nosotros ya estábamos con planes de
hacerlo, y éramos cuidadosos con las aplicaciones de productos químicos.
Hacemos un manejo integrado, que implica no seguir el calendario para hacer
esas aplicaciones sino tener en cuenta una serie de factores para que la
aplicación sea lo más efectiva y menos contaminante posible.
¿Y la
certificación orgánica, contempla esas aplicaciones o está por fuera de ellas?
Hablo de las aplicaciones en general. Antes de
ser orgánicos ya teníamos en cuenta ciertas cosas, como el manejo integrado de
plagas. Cuando empezamos a querer certificarnos orgánicos, vimos que hay un
registro minucioso y un listado muy detallado de qué productos están aprobados
o no para cultivos orgánicos. Entonces hay que tener una trazabilidad de todos
tus trabajos de viñedo donde hay aplicaciones, y el producto que usás tiene que
ser apto para la agricultura orgánica. Antes de ser orgánico podés usar
herbicidas; cuando sos orgánico directamente no podés usar nada de herbicidas.
Por lo tanto, cambiás el sistema de manejo de malezas y el sistema de manejo de
suelo. Si el sistema para eliminar malezas eran pulverizaciones y no movías
mucho el suelo, ahora tenés que empezar a moverlo para eliminar las malezas, o
cortarlas.
¿Es más
trabajo en general?
En principio el control de maleza siempre
genera más trabajo. Si con la aplicación tenés un poder residual durante
algunos meses en los que no vas a tener que volver al viñedo, con lo orgánico
cambiás lo químico por mano de obra. Digamos que es más intensivo el uso de la
mano de obra que se necesita
¿Por
qué tomar la decisión de hacerse orgánicos certificados y no simplemente
orgánicos, siendo que la certificación es más cara e impone más normas?
Es más cara, sí, pero nosotros en todas las
fincas donde estamos sin certificar también estamos tratando de usar muchos
menos herbicidas que antes. Hay mucha polémica en torno al Roundup (glifosato),
que es el que más se usa; se está tratando de disminuir el uso de ese tipo de
herbicidas.
¿Por
qué es importante para vos ser orgánico?
Porque quiero hacer una agricultura y una
industria del vino sustentable y sostenible en el tiempo, y eso es algo que
también comparten los dueños de la empresa. Disminuir la cantidad de
agroquímicos es, sin duda, bueno para el ambiente y bueno para el consumidor.
Hay una política dentro de Lagarde de tener el mínimo impacto negativo en el
ambiente, en el ecosistema. Eso es en todas las fincas.
¿Están
pensando llevar adelante algún tipo de cultivo biodinámico?
Lo biodinámico utiliza productos de manera
homeopática y usa el calendario lunar. Yo no tengo ninguna duda de que la luna
influye en todos los ciclos de vida, pero hay cuestiones que todavía no termino
de entender desde el punto de vista científico. Y por el momento no tenemos
pensado lo biodinámico.
Hace
unos años, Lagarde era famoso por su rosado Blanc de Noir. Era un momento en
que el consumo per cápita anual en el país estaba cerca de los 80 litros, y
había mercado para todo tipo de vinos. Hoy el consumo cayó a unos 20 litros,
pero ese rosado subsiste en el portfolio de la bodega. Los consumidores
históricos de Lagarde lo buscan en las vinotecas y reviven la época dorada del
vino argentino, del sodeado y la damajuana.
Hacer
un rosado para la línea Lagarde, que no es su línea más económica, fue toda una
apuesta, ¿no?
Hace 20 años los rosados que existían eran muy
pocos, y Lagarde no es que hacía una sangría para concentrar un vino y tener
entonces un subproducto que era ese rosado. No; había un nicho para ese vino.
Sé que hay mucha gente de esa época que aún se acuerda de ese rosado que se
llamaba Blanc de Noir. En los últimos años le cambiamos el nombre, ahora se
llama Rosé Lagarde y tiene una etiqueta más atractiva, está orientado a gente
más joven. Hoy tenemos, además, el orgánico, que es un rosado distinto porque
es de Semillón con Malbec, y es de la misma finca donde está el Malbec
orgánico.
¿Cómo
ves hoy ese mercado de rosados y blancos?
El consumo de rosado ha crecido. Es una
tendencia mundial. Y nosotros también hemos crecido en cuanto al vino rosado.
Sin embargo, en los últimos años la venta de producto embotellado ha disminuido
en general, por una cuestión de contexto argentino. Los vinos blancos, al margen
del contexto, no han crecido mucho, a pesar de que nosotros mismos en los
últimos años, junto a otras muchísimas bodegas, nos hemos lanzado a hacer vinos
blancos.
Hablabas
de la disminución del consumo de vino. ¿A qué atribuís ese fenómeno?
Yo creo que es una mezcla de cosas. La cerveza
es un competidor, pero no es solo la cerveza. Es una cuestión cultural que, si
no se revierte con las nuevas generaciones de consumidores, se va a ir
perdiendo. Los vinos que se toman ahora son de precio más alto, pero el diario,
el que se tomaba con soda, ha sido reemplazado. Entonces, cuando el precio es
caro y el vino de mesa ha tenido precios elevados durante los últimos años,
empezás a perder parte de ese mercado que tenías. Lo que está claro es que se
pierde terreno con otras bebidas y que desde los organismos públicos y privados
se busca entender eso y revertirlo.
¿Lagarde
está en ese plan de generar productos más atractivos?
Lagarde siempre está sacando productos nuevos;
lo orgánico es un ejemplo. Nosotros tenemos una faceta innovadora. El Moscato
bianco, por ejemplo, o el Viognier, son cepas que antes no existían en
Argentina. Lagarde la introdujo a Sudamérica en los 90. Hay un espíritu
innovador. Claramente los vinos de Lagarde son de un segmento medio hacia
arriba, y el consumo que más ha caído no es ese. Es el de vinos de mesa, la
base.
El
camino que tomó Lagarde hace unos años es el de una viticultura más en sintonía
con la tierra, y no tan intervencionista. Lo importante surge en el viñedo y
con ello se debe ser respetuoso. “La concentración tiene que venir con la uva,
tiene que ser de viñedos súper equilibrados, con buena acidez natural. La alta
concentración no es mala en sí misma, pero sí el exceso. En Lagarde buscamos el
equilibrio. En el equilibrio vamos a encontrar más elegancia”, dice Juan y
agrega: “la enología en la bodega acompaña lo que vos traés de las fincas”.
Hace
tiempo que utilizan barriles de 500 litros en lugar de barricas de 225, porque
eso les asegura un menor impacto de madera por volumen de vino. También
cosechan más temprano para obtener un producto final más fresco y bebible. El
estilo de la bodega está en constante evolución, y en ese proceso están metidos
tanto Juan Roby como Lucila y Sofía Pescarmona.
Seguramente
afinaste tu gusto en el vino durante todos estos años.
Si, va evolucionando. Para mí es fundamental
probar: mientras más vinos del mundo y más variedades pruebes, más vas a saber
qué es lo que te gusta y vas a buscarle el potencial a tus uvas para lograr
eso. Una de las cosas a la que nos animamos cada vez más es a hacer los vinos
que nos gustan y salir a explicarle al mercado por qué los hacemos así. No
hacemos un vino para el mercado.
También
hay un criterio enológico propio que no querrás someter en función de un
mercado o un tipo de consumidor.
No, por supuesto. Uno va generando sus propios
gustos y yo siempre trato de hacer las cosas que más me gustan en cuanto a los
vinos. A mí me preguntan “cuál es tu vino favorito”. Qué se yo. Cada vino tiene
un momento donde se puede disfrutar al máximo. Sí te diré que a medida que voy
probando vinos, zonas y lugares del mundo, más me gustan los vinos frescos, con
buena acidez.
¿Y qué
le recomendás para empezar a un tomador nuevo?
Dentro de los espumantes que tenemos, hay uno
que es dulce, el Lagarde Dolce. Y esa es una entrada buenísima al mundo del
vino. Otro que puede ser es el Altas Cumbres, que podés tomar en cualquier
momento. Entonces, para empezar, yo recomendaría los vinos de entrada de gama,
más frescos.