El ciento cincuenta y uno

Hoy celebramos a Elisabeth Checa de la única manera que nos parece válida: brindando y recordando anécdotas suyas, con las que podríamos estar días, semanas, meses. Cristina Goto, nuestra gran embajadora y la compañera de redacción de Checa en los primeros años de Cuisine, trae una de esas tantas historias de comidas, copas y viajes.




por CRISTINA GOTO

ilustración FLORENCIA CAPELLA

@cristinagoto

@flor.capella


Éramos pocos en esos tiempos. Bueno, éramos siempre los mismos que comenzábamos a construir este mundo que hoy me impacta: la tribu de los comunicadores gastronómicos. No había redes ni existía la palabra influencer, desde ya. Había papel, invitaciones tangibles y teléfonos fijos con propuestas increíbles: viajes, galas, comidas a todo lujo.


El Día del periodista se festejaba a lo grande. Y el almuerzo en el Plaza Hotel era el clásico de clásicos, donde el abrazo no se acababa nunca, los brindis menos. Pero además había algo que atraía ?hay que admitirlo? y eso era el gran sorteo que se realizaba cada año.


Recuerdo el año 89 y mi llegada tarde al gran salón. No faltaba nada para el sorteo y me senté en una mesa del fondo, junto a la Checa y Martín Wullich. Yo tenía el 151 en la mano y un pálpito que en el fondo no quería que se cumpla porque, confieso por acá, siempre tuve tendencia a ganar en los sorteos. Y me daba vergüenza. Bueno, la cosa es que comenzó el show del azar y llegó el momento del premio principal: un viaje a Río de Janeiro por Lufthansa. ¡Los gané! Y digo “los” porque eran dos pasajes, para ir con un acompañante. Así que le dije a Elisabeth que me acompañe.


Yo no sé si fuimos Thelma y Louise en aquel viaje (sobre todo porque yo no soy ni tan valiente ni tan audaz como lo fue la Checa a lo largo de su genial vida), pero no cabe duda de que fue desopilante y la pasamos increíble.


Recuerdo la negociación con el taxista porque no había precios fijos. Ella dirigía y lo lograba todo. Me acuerdo, también, del encuentro con el chef Claude Troigros, las trasnochadas, los cóctels que tomamos.


Elisabeth Checa fue una diferente. Y es un honor poder contar su paso por Cuisine&Vins (¡16 años!); ser testigo de su eterna modernidad, más allá de su sabiduría, su cultura y las ganas de comerse la vida.






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