Moulin de la Fleur: tres rinconcitos franceses en Recoleta

A lo largo de ocho años, una pequeña patisserie de Recoleta fue expandiéndose desde un local de take away hasta sumar dos sucursales en las que se puede comer y tomar cosas ricas con aires franceses durante todo el día. Le Moulin de la Fleur crece con calma, poniendo el foco en la calidad de los productos y el servicio.



texto y fotos MÁXIMO PEREYRA IRAOLA

@maximopi

 


En 2014 trabajaba de algo completamente diferente y sabía muchísimo menos sobre la gastronomía porteña de lo que sé hoy. No había la cantidad de opciones de todo tipo que hay ahora, claro, y yo además vivía en Paraná y Paraguay, esquina limítrofe entre Recoleta y San Nicolás. Tenía cerca algunas buenas y malas pizzerías, un gran bodegón, una parrilla notable y un par de lugares de sushi, no mucho más. Había panaderías buenas pero… qué se yo. Ninguna me entusiasmaba.


Un día me crucé con un localcito muy chico, nuevo, modesto. Sobre Talcahuano. Un mostrador, algunos cajones de mimbre con baguettes y otras cosas, una mesita con dos sillas, algunos estantes, flores y un nombre pintado a mano en la vidriera: Le Moulin de la Fleur. Lo atendía una pareja, todo era muy relajado, personalizado, barrial pero en Recoleta, porteño pero francés. Hasta que me mudé de barrio, un par de años más tarde, Le Moulin fue el lugar al que iba para comprar éclairs, macarons, baguettes y mis preferidos, unos vigilantes (creo, no estoy seguro de la forma) de queso que eran la gloria.



Fui creciendo y Le Moulin de la Fleur también. De repente me enteré de que tenían un local sobre Pueyrredón, mucho más grande, con varias mesas y una propuesta de cafetería más amplia, y me alegré por ellos. Con el tiempo, caminando por Recoleta me encontré con un tercer local, esta vez en la esquina de Vicente López y Rodriguez Peña. Este es el lugar en el que de vez en cuando desayunamos o almorzamos con el equipo de Cuisine, y en el que me siento a veces a tomar algo con amigos y parientes que viven por la zona.



Aquella pareja de Talcahuano, por cierto, sigue estando al mando del proyecto y su cuidado crecimiento. Iván San Martín y Florencia Macchiarola, hace todos esos años, habían viajado por el mundo y tuvieron ganas de traer al país la cultura del pan francés, instalando un rinconcito parisino en Buenos Aires. Hoy, sobre todo después del boom de la masa madre y las panaderías de autor, el proyecto no sonaría demasiado original, pero en ese momento, hace casi una década, la oferta de buen pan en la ciudad era más bien limitada. 



“En un principio no estaba en nuestros planes expandirnos; fue pasando con el tiempo porque nuestros clientes lo pedían y querían sentarse a tomar un café y un macaron”, cuentan Iván y Flor, y agregan: “Ese primer espacio es muy pequeño; nunca tuvimos más de dos mesitas y todo está pensado para take-away. Con el ánimo de nuestros clientes más fieles, abrimos en Av. Pueyrredón primero y unos años más tarde en Vicente López, ambos locales en Recoleta”. La producción de todo lo que se compra en las tres sucursales se realiza aún en Talcahuano, que sigue operando como estación de take-away.



Ahora estoy en Vicente López 1699. Vine solo y voy a comer un montón de cosas. Otras me las voy a llevar (bajo insistencia de Flor, en cuyo honor Iván bautizó al proyecto) y algunas otras las probé hace algunas semanas, pero saqué fotos. Empiezo por lo más tradicional, lo que no se va de la carta en ningún momento del año: los sándwiches, las cosas con pan. El brioche de salmón ahumado tiene mayonesa de palta, alcaparras, rúcula y cebolla morada. El pan, bien suave, no ofrece mucha resistencia y le cede el protagonismo a los sabores y las texturas del pescado y la alcaparra, matrimonio ideal que juega bien con la palta y la cebolla. Me gusta mucho el jamón crudo (a quién no), y cuando pido la baguette, que incluye hummus, rúcula, queso y tomates, pienso “con el pan y el jamón en realidad me alcanza”, pero me equivoco. La combinación está muy bien y el pan es una fiesta.



Esos son fríos, pero también los hay calientes, ahora y siempre. La baguette de vegetales (me la llevé a casa) tiene de todo: hummus de calabaza asada, berenjenas, zapallitos, zanahorias, espinaca fresca y Brie. Este sí cambia según la temporada y los productos. Viene con una ensalada de rúcula, hinojo, frutos secos y cítricos muy rica. El croque veggie tiene también vegetales asados, además de una salsa bechamel y queso gratinado en pan de masa madre.



Hay gente desayunando, gente almorzando, un par trabajando y tomando café. La vereda está un poco fresca, pero igual hay un par de chicas que eligen estar en los sillones de afuera, abrigadas con una manta. Pregunto por las diferencias entre los locales, y Flor me dice que en Talcahuano todo es para llevar pero igual tienen un menú simple de almuerzo pensado para take-away, además de los clásicos de viennoiserie y patisserie y todos los panes de masa madre que elaboran. En las sucursales de Av. Pueyrredón y Vicente López las opciones de almuerzo, desayunos y meriendas son mucho más variadas y combinan distintos productos. “Nuestro fuerte”, dice Iván, “es la pastelería y el pan… todo, bah, aunque se destacan entre las cosas más pedidas las croissants, las baguettes de masa madre, los macarons y los éclairs”. 



Las croissant rellenas están bárbaras y vienen con unos chips de batata que querría tener siempre a mano en casa. Me trajeron dos: la primera de jamón crudo, Brie, rúcula y tomates confitados. La segunda, veggie. Estoy en modo veggie. Tiene rúcula, zanahoria, zucchini, berenjenas, tomates confitados y salsa romesco.



Hace frío y dan ganas de comer platos calientes. En este momento, una de las mejores opciones es la polenta cremosa con espinacas, pechuga grillada y frutos secos. Un plato lindo, rico, que abriga. También se recomiendan las sopas, que salen con pan de masa madre y van cambiando. Cuando fui probé una de cebolla y puerro, rica. Y en esa misma ocasión enganché el postre del día, una manzana asada con caramelo y frutos secos exquisita.



Cada cosa que pruebo, de hecho, es rica, pero la patisserie y las viennoiseries están ahí mirando desde el mostrador, y tientan sobremanera. El crumble de manzana, calentito, es una bomba, y lo mismo se puede decir del cheesecake. Las cosas están hechas con dedicación, se nota, y sobre esto Iván dice: “Tenemos un gran staff de panaderos, pasteleros, cocineros y camareros; nos gusta formar equipos en los que se priorice el respeto, el compromiso y el amor por lo que hacemos”.



Me traen una bandeja llena de cosas: un éclair, un pequeño lemon pie, varios macarons, una porción de Ópera, un pain au chocolat y croissant. Pregunto sobre el futuro, y tanto Iván como Flor dicen que piensan seguir renovándose y creciendo; compartieron algunos detalles, ideas, planes un poco más concretos relacionados con la escena actual de la pastelería y la cafetería en la ciudad, pero me los guardo. Por lo pronto, como el éclair y pienso en todas las cosas que pasaron desde aquella época en la que vivía en Recoleta y encontré un localcito copado y francés a la vuelta de mi casa.




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LE MOULIN DE LA FLEUR
@lemoulindelafleur

Talcahuano 888; Av. Pueyrredón 1824; Vicente López 1699, Recoleta - CABA

Todos los días de 9 a 21 h (Pueyrredón); de 8 a 21 h (Vicente López); de 8 a 21 de lunes a sábado y de 9 a 20 h los domingos (Talcahuano)

11 5372-7041 (Talcahuano) / 11 4805-6501 (Pueyrredón) / 11 4811-3372 (Vicente López)





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