Ada: reyes del Once

El Once es barrio, ciudad y mundo, sin ser ninguno de los tres. Paraíso de telas y brillos, sede de una vasta riqueza cultural y religiosa, es el lugar donde todo se consigue. O casi todo. La gastronomía fue siempre su punto flojo, con pocas opciones para locales y visitantes. Para cambiar eso nació Ada, su primer café de especialidad.


texto MANUEL RECABARREN

fotos MÁXIMO PEREYRA IRAOLA

@manurek

@maximopi


“Desde chico siempre quise tener una fábrica de pastas y darle a la gente de comer”. Ese era el sueño de Pocho Álvarez, creador de Ada. Pero la vida lo llevó por otros caminos. Recorrió el mundo como manager de una banda y trabajó en una importadora a media cuadra de donde hoy se encuentra su café. De allí surge su amor por el Once, que adoptó como propio aún sin vivir allí. Y si bien siempre fue defensor férreo del barrio, sentía que algo le faltaba: gastronomía. Un pedazo de cuadril con ensalada mixta era el ápice culinario de sus almuerzos laborales, dieta poco sostenible para todos los días. En esos años de trabajo el deseo de la fábrica de pastas mutó, transformándose en cualquier bolichito en el que pudiera alimentar a la gente del barrio.


En plena pandemia, ya con una cuarentena relajada, pasó a visitar a sus amigos de la importadora y caminó aquellas calles que solían estar plagadas de gente. Fue ahí cuando se cruzó con el famoso cafecito de la esquina, cerrado. Un cartel de inmobiliaria, un número de teléfono. Pocho llamó enseguida, sin pensarlo. No sabía qué iba a hacer, mucho menos cómo hacerlo, pero interpretó la casualidad como una señal.

Ya con local alquilado y proyecto en mente, se alió a Trinidad Benedetti, cocinera, pastelera y experta en aperturas pandémicas (Cuadra, Güey, Anti, Camping). Juntos, y con una visión en común, se arremangaron y pusieron al hombro la construcción de lo que hoy es Ada: un oasis en medio del caos, un espacio diferente en el Once que no busca desconocer su contexto sino que lo incorpora con orgullo. 


La carta cambia constantemente, pero la premisa es siempre la misma: alimentos nutritivos con materia prima de la mejor calidad. Abren temprano, con café de especialidad (un respiro de aire fresco entre tanta taza de petróleo poco bebible por la zona), usan café tostado por Puerto Blest y decidieron escapar de las denominaciones de moda para las bebidas: acá no se pide flat white, sino cortado doble. A la par, la pastelería se luce en el mostrador: “buscamos recrear los fundamentales de la confitería tradicional argentina, elevándolos con el uso de ingredientes excelentes. Siempre la mejor manteca y harinas orgánicas.” La medialuna dice presente, así como la tarta de ricota soñada y un budincito de coco y dulce de leche que remite a la infancia de Benedetti.



El mediodía es el punto fuerte, buscan ofrecer opciones equilibradas y diferentes para la gente que trabaja en la zona. Por ahora su clientela es mayoritariamente de otros barrios, que se acercan especialmente a visitarlos, pero son cada vez más los laburantes que asoman curiosos a conocer la novedad; Trini y Pocho explican que no siempre es fácil explicar la propuesta porque la gente acostumbrada a otras más tradicionales, pero que los empujan a aventurarse y probar cosas nuevas.

Los platos en la carta parecen conocidos,  aunque siempre incorporan alguna vuelta de tuerca. Nos encantaron las croquetas de yamaní, el ingrediente fetiche de Pocho, crocantísimas, con mermelada de tomates; unos clásicos buñuelos, pero de hojas de remolacha (aprovechar los vegetales al máximo es uno de los objetivos del equipo). Siguió una ensalada de tomates reliquia con damascos asados, ricota y alcaparras fritas; y un hummus de remolacha con queso feta, que salió con jalá tostada, en un guiño a la tradición cultural del Once.

La selección de vinos es acotada pero muy linda, pensada para todos los paladares, con algunas opciones por copa. Y vermú con mucho hielo, bebida clave para sobrevivir el verano.


Ada tiene tan solo semanas desde su apertura y ya se convirtió en la joya del barrio. Celebramos que la oferta gastronómica se expanda por la ciudad y que se le dé valor a zonas que escapan de los circuitos tradicionales. 




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