Quién es Christoph Jakob Ehrbar, el nuevo CEO de Grupo Colomé

En medio de un año muy movido para Colomé, con campañas nuevas, renovación de etiquetas y la próxima salida del Colomé Malbec 1831 -homenaje al viñedo más antiguo de la bodega, y uno de los más antiguos del país-, estuvimos hablando con Christoph Ehrbar, flamante CEO de Grupo Colomé que toma las riendas legadas por el célebre Donald Hess para acompañar una nueva etapa de la bodega.

por MÁXIMO PEREYRA IRAOLA




¿Dónde naciste? Cuál es tu experiencia?

Soy suizo; nací en una ciudad al norte de Berna en 1976. Me eduqué como economista, y trabajé durante más de diez años en el área financiera, dedicándome sobre todo a las inversiones bancarias. Con el tiempo me empecé a cansar un poco de ese ambiente, de las grandes compañías y del pensamiento abstracto en general, y me puse a buscar otras oportunidades. Un día, en 2008, Donald Hess me preguntó si quería ser su asistente personal. Acepté el trabajo, diciéndole que lo haría durante un año y veríamos cómo me iba. 


Ahí empezó todo.

Sí. Fue una etapa muy emocionante en mi vida; en ese momento el grupo tenía cuatro viñedos, por lo que viajábamos constantemente alrededor del mundo, entre Napa, Sudáfrica, Australia y Argentina. A los seis meses de arrancar tuvimos un problema en Sudáfrica; yo tenía cierto entendimiento sobre los principios de la enología pero no tenía idea de cómo funcionaba realmente una bodega. Donald me dijo "andá allá y solucionalo". Le dije que no sabía muy bien cómo; él dijo que no había problema. 


¿Y qué hiciste?

Llevábamos una semana en Sudáfrica cuando Donald me dijo "te quedás acá". No me lo esperaba. Tuvimos que despedir al CEO que estaba allá, y yo la verdad estaba un poco asustado porque el lugar tiene cierta reputación de no ser demasiado pacífico. En tres meses dimos vuelta la situación, le dimos una solución rápida. Establecimos una nueva administración y empezamos a pasarla bien. Volví a Suiza, donde reestructuramos nuestro negocio de distribución, y fue entonces cuando decidí irme. Dije "Bueno, ha sido un año fantástico, pero ahora tengo que seguir mi camino con mi propia empresa". Don tiene una personalidad importante; no lo abandonás así como así. Me pidió que en cambio viniera a Colomé. Terminé viviendo dos años en Buenos Aires con mi esposa, y después volvimos a Suiza para el nacimiento de nuestra primera hija. Quieríamos volver a Argentina, pero justo en ese momento Donald decidió retirarse y pasé a hacerme cargo de la administración de todo el Grupo.


Antes de esto, ¿cuál era tu relación con el vino?

Era un entusiasta, digamos. Cuando conocí a Donald en una cena en Colomé, en 2007 -por supuesto, ya estaba al tanto de quién era, sabía de su historia en los negocios principalmente por la empresa de agua mineral que construyó; es una persona muy conocida y respetada-, tuvimos una velada muy agradable y en un momento le dije "Ojalá supiera tanto de vino como vos". Con la honestidad que lo caracteriza, me contestó "Bueno, basta con que tomes más".


¿Qué diferencias encontrás entre el mercado vinícola de Argentina y los de Suiza, Sudáfrica y otros lugares del mundo que hayas conocido?

Creo que el vino argentino cuenta con una enorme ventaja, y es que tiene una verdadera identidad. El Malbec ha encontrado su hogar en Argentina, y es claro que acá se produce el mejor del mundo. Los argentinos lo entienden bien, y están haciendo un gran trabajo ocupándose de que esto se mantenga. Australia tiene una gran diversidad de uvas, y tienen un muy buen Syrah, pero plantaron demasiado, explotaron el país entero creando infinidad de zonas vinícolas, y terminaron inundando de vino al mercado. En los 90 la industria del vino australiano estaba muy de moda y funcionaba bien, pero de repente las tendencias de consumo cambiaron y todo el sector se desplomó. Fue una situación muy complicada. Chile pasó por algo similar: dañó su propia reputación. Si hoy en día hablás en Suiza con alguien que sabe de vinos y le preguntás sobre los vinos chilenos, te van a decir "¿Chile? No, eso es vino barato". Argentina no tiene esta reputación.


¿Hay algún otro factor que para vos contribuya a esa fuerza en nuestro mercado?

Bueno, otra de las grandes ventajas de Argentina, en comparación con Sudáfrica, por ejemplo, es que es el octavo país que más vino consume en el mundo, por lo que naturalmente tenemos un mercado local muy fuerte, lo cual es importantísimo. Esto no ocurre en África, donde el mercado interno es minúsculo. Esa es una inmensa ventaja para Argentina: cuando el mundo decida que ya no quiere tomar Malbec, los argentinos siempre van a seguir consumiéndolo. Además tenemos vecinos como Brasil, que es muy importante para nuestra industria. Los brasileños están gradualmente pasando de la cachaça y la cerveza al vino, especialmente en Sao Paulo, y lo mismo ocurre en Perú. Estos datos son clave. 


¿Cómo describirías Colomé?

Suelo usar el término "terroir extremis". Hoy en la industria del vino el terroir es todo; a veces me encuentro hablando con sommeliers europeos y me dicen cosas como "oh, el terroir francés es esto y aquello" y sí, tienen razón, especialmente en algunos microclimas, pero igual me da gracia. Les contesto "¿querés ver terroir? Vení a Colomé", y explico el verdadero concepto de terroir y terroir extremo con microclimas que son increíbles y rarísimos y que presentan un enorme desafío.


¿Qué pensás del vino argentino en general?

Creo que Argentina verdaderamente da más de lo que promete. En el caso de Colomé, cuando las personas abren una botella siempre dicen "wow, esto es increíble". Recientemente tuve una experiencia muy agradable con un hotelero a quien le hice probar el Amalaya Gran Corte Azul; abrió la botella y dijo "bueno, esto es demasiado caro para nuestra lista de vinos". Yo no le había dicho ningún precio todavía, y le aclaré que este vino tenía un valor de USD25. "No, es imposible, tiene que ser un error o una broma", me dijo. Generamos esa sensación. Estoy obviamente condicionado, pero creo que damos mucho más de lo que prometemos en relación precio-calidad, y esa es la filosofía que queremos mantener. Decirle al comprador: "es viernes a la noche, querés abrir una botella de vino, querés distenderte... lo merecés".


¿Sentís que hay algo que le falta a la industria del vino argentino en este momento?

Realmente espero que con la devaluación económica la industria no tome decisiones estúpidas y termine inundando el mercado y bajando los precios. Todos los grandes productores reciben dólares; sin hacer nada, obtuvieron un 25% de ganancias adicionales. Ojalá no reduzcan el precio para forzar mayores volúmenes de exportación, especialmente a Estados Unidos. Sería una decisión pésima y a muy corto plazo para la industria. Quiero que estemos orgullosos de producir en Argentina y mantengamos el espíritu vivo. Tenemos problemas; ok, lo entendemos, así es el negocio de la exportación. Seamos sensatos, continuemos mejorando el valor de nuestras propuestas, seamos inteligentes en la comunicación de nuestros vinos, organicemos buenos eventos en todo el mundo, posicionémonos. Hasta ahora, Argentina siempre lo ha hecho, y espero que esta vez no sea diferente.


¿Cuál dirías que es tu vino preferido?

Dentro de nuestro portfolio, atravieso cambios de humor, digamos. En este momento mi preferido es el Colomé Lote Especial El Arenal, de 2600 msnm; es el vino que más admiro actualmente porque tiene estructura, y con los años me he dado cuenta de que necesito vinos estructurados, que me lleven en un viaje, que tengan espalda y presencia. Y Colomé Lote Especial El Arenal tiene eso. Por otra parte, si tengo ganas de tomar otra cosa, me gusta mucho el Bordeaux.


¿Cómo ves el futuro del vino?

Estoy bastante convencido de que lo que vamos a ver en los próximos años es que los grandes conglomerados van a estar complicados. Es algo que ya ocurre en la industria de la cerveza. Veo cómo las grandes marcas tienen un problema de identidad; el área de la cerveza artesanal está avanzando a pasos tan grandes y haciendo cosas tan interesantes que los grandes jugadores no pueden mantener el ritmo. Hoy en día el consumidor quiere saber cuál es la filosofía del tipo que hace el producto. ¿A quiénes apunta? ¿Por qué está haciendo lo que hace? ¿Cuál es su lugar de origen, dónde queda? Creo que los negocios familiares que tienen una visión muy a largo plazo, que manejan bien la calidad del vino, que quieren cumplir con cierta calidad y darle al consumidor una buena experiencia son los que van a terminar ganando. Algunas grandes marcas intentan imitar esto lanzando al mercado productos que aparentan ser artesanales, pero la gente no se deja engañar, y se refleja en las redes sociales. Tenemos que ser honestos con lo que hacemos, porque el cliente no acepta que hagamos trampa.


¿Cuáles son los planes de Colomé para los próximos años?

Llevamos cerca de 18 años de actividad en Colomé, y hemos pasado todo ese tiempo construyendo nuestra estructura. Tenemos la bodega Colomé, la Estancia Colomé, un museo, la bodega Amalaya en Cafayate, y 250has. en cuatro zonas vinícolas diferentes, por lo que nuestra empresa está básicamente construída. Para los próximos cinco años nuestro trabajo es comunicar: quiénes somos, qué estamos haciendo, dónde estamos. Además debemos continuar invirtiendo poderosamente en la calidad de nuestros vinos. Acabamos de adquirir una mesa de optical sorting; somos apenas la tercera bodega en el país en tener una, y creemos que esto va a incrementar la calidad de nuestros vinos significativamente al garantizar que las mejores uvas van a ser las que terminen en el tanque. Por otro lado, estamos haciendo una importante inversión en turismo; recientemente reabrimos Estancia Colomé, que había estado cerrada durante algunos años, y estamos construyendo un centro de visitas en Cafayate; Amalaya es nuestra respuesta joven y dinámica, y lo que queremos crear en Cafayate es un bar de vinos tipo lounge donde la gente pueda pasar un buen momento, relajarse, tomar un helado y básicamente pasarla bien sin necesidad de hacer las típicas actividades de turismo enológico, más allá de que tengamos un salón de cata. Lo principal, de todas formas, es la comunicación: tenemos que contarle al mundo todo lo que hacemos. Para eso produjimos un video, tenemos muchísimas fotos increíbles, un espectacular nuevo equipo de marketing y campañas que realmente comunican lo que es y hace Colomé.


¿Hay personajes del mundo del vino que admires?

La verdad, la persona a quien admiro enormemente es Donald Hess. Creo que lo que ha creado es maravilloso; tiene una visión muy centrada en la experiencia y los proyectos en los que el factor de diversión es importante, pero la seriedad que corresponde al negocio es primordial. Más allá de él, admiro a muchos de los enólogos jóvenes con ideas revolucionarias, muchos de los cuales se encuentran en Napa, por ejemplo. Me gusta mucho la gente que propone miradas disruptivas sobre las cosas. Una de las bodegas que sigo de cerca es Orin Swift, de California, que está comandada por Dave Phinney; un tipo que creó vinos interesantísimos como The Prisoner, un blend muy raro de Cabernet, Zinfandel y Syrah que se sale completamente de los clásicos. Ha sido enormemente exitoso. También admiro a los productores de bodegas muy pequeñas que hacen vinos de muy alta gama.


¿Qué es lo que más te emociona del vino?

Como contaba al principio, tengo un pasado en las finanzas, donde trabajaba con planillas y números. Es un ambiente en el que no ves nada, todo es muy abstracto. Lo que me parece loquísimo e impresionante de la industria del vino es que tenés un poco de tierra, agarrás una semilla, sale una plantita, crece, aparecen uvas, agarrás esas uvas, las ponés en un tanque para que fermenten, las llevás a un barril para que duerman un poco, después ponés todo en una botella y te lo tomás. El resultado al final es un bien tangible que podés consumir para pasar un buen momento. Básicamente creás algo a partir de la nada, y es fascinante. No hay nada, y de repente tenés una botella de vino.



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