Perón Perón: gastronomía y camaradería

En Perón Perón, que acaba de cumplir ocho años de existencia, la fórmula de ambiente distendidísimo y divertido más una gastronomía excelente y democrática logra dar en la tecla con un resultado difícil de lograr: que dos públicos tradicionalmente opuestos convivan con total naturalidad y con los compases de la marcha peronista de fondo.

por MÁXIMO PEREYRA IRAOLA


Perón Perón nació en 2010, sobre las cenizas de un restaurante diametralmente opuesto: formal, sobrio, minimalista y sumamente palermitano. A partir de una idea que tenía algo de marketing y algo de lealtad peronista, y de la inconfundible estética construida por la mitología de Juan Domingo, Evita y sus varias generaciones de seguidores, se decidió transformar un espacio casi quirúrgico que no había funcionado en un impresionante concepto que muchos confundieron con un simple y simpático restaurante temático.


Lo cierto es que, aunque el justicialismo grite desde las paredes escritas con mensajes enalteciendo a todos los miembros del linaje peronista, abunden los bombos, haya altares consagrados a la madre de los descamisados y suene la emblemática marcha cada una hora, la temática es igual de importante que la comida, que es buena. Muy buena, de hecho. Cuando llegamos al restaurante y abrimos la carta, repleta de nombres ingeniosos para platos y cocktails, que aquí llamaremos tragos, todo tienta y cuesta elegir.


Los tragos peronchos (así aparecen) se sienten populares en sus descripciones y en sus ingredientes, pero no tienen nada que envidiarle a los más sofisticados bares del barrio. El Capitana, que trae Campari, jugo de pomelo, almíbar de Malbec y flor de siempre viva, es exquisito, como también lo son el Néstor vive! -Cynar, jugo de limón, almíbar de jengibre y tónica-; el Pineralísimo -Pineral, pomelo, vermouth dry y twist de naranja- y el Pulqui II, una sangría servida en infaltable pingüino y compuesta por almíbar de jengibre, jugo de naranja y "vino justicialista".


Entre trago y trago hablamos con lo que pareciera ser la mitad del equipo de Perón Perón, que llega, saluda, se sienta en la mesa, a veces compartiendo silla, comparte tragos y picoteos y cuenta cosas con la naturalidad que se ve en el resto de las mesas, todas ocupadas por grupos de amigos, parejas, familias y turistas, muchos turistas. En un rincón, por ejemplo, se encuentra el Embajador de Portugal con su esposa. Pasa una provoleta rellena cuyo aroma se siente desde la otra punta del salón, y sabemos que es hora de pasar a las entradas.


La mencionada provoleta rellena, por supuesto: tomate, panceta, verdeo y cebolla en plena fiesta con un queso que envuelve todo y nos da una felicidad inexplicable. Cuesta sacarle los ojos y el paladar de encima, pero llegan también unas espectaculares empanadas fritas de osobuco braseado y carne de búfalo cortada a cuchillo, y un poco después la tortilla de papa y cebolla, también exquisita.


Mientras tanto, la lectura. Nos cuentan que un día alguien escribió una pared. Un mensaje peronista. No pudieron hacer nada al respecto, y pronto se dieron cuenta de que no importaba, que mejor así. Las paredes empezaron a cubrirse hasta un punto sin retorno, y no pasó mucho tiempo hasta que la gente empezó a subirse a las mesas en plena comida para conquistar con su lealtad las alturas. Sucumbieron a biromes y marcadores las paredes, pero también los marcos, los cuadros, los azulejos, todo. Y es que el lugar, en palabras de sus propietarias y de sus cocineros, funciona como un club. "La gente se cruza de mesas, se ponen a conversar con extraños, cantan, se quedan horas y horas después de haber comido", dicen. Estas sobremesas eternas se deben sin duda a la camaradería que inunda el ambiente, pero también a los platos, que son súper abundantes.


Lo primero que probamos de los platos principales -"Los compañeros", según reza la carta- es una nueva incorporación, la pesca del día, que hoy se trata de un besugo relleno que se derrite en la boca, presentado entero y en papillon. En temporada de pacú, nos cuentan, vale la pena visitar Perón Perón porque lo sirven a la parrilla con papas al romero y tomates encebollados, y es la gloria.


Sigue el costillar braseado durante 6 horas con papas al romero y una salsa de reducción de Malbec. Inmenso, tiernísimo, impresionante. Y ya estamos bien, pero el agasajo continúa con un pechito de cerdo, también braseado durante horas, que nos traen los cocineros en persona mientras explican su cuidadosa preparación y comentan las bondades de la salsa agridulce, preparada in situ con polvo chino de 5 especias, azúcar negra y salsa de soja. Dulzón, efectivamente, con un poco de anís y un poco de cardamomo, y una marcada nota oriental para este fin de lo salado.


Los postres dan para una nota aparte, pero lo resumiremos en un párrafo. Pedimos dos: el tiramisú, para quienes no son demasiado fanáticos del postre italiano (como quien escribe) es una sorpresa. Cremoso, perfectamente balanceado sin que el café conquiste al mascarpone, sin que el mascarpone domine a la vainilla y viceversas varios, es una verdadera delicia. El flan, por otro lado, es en cierta forma una de las razones por las que vinimos, porque su fama lo precede. Lleva el muy ingenioso nombre de Flan Quinquenal, que nos cuentan que fue elegido por el público, y es seguramente el mejor que se pueda probar en toda la ciudad. No sabemos describirlo bien; hay que ir y comerlo.


La gente de Perón Perón cuenta que la idea arrancó buscando ser un lugar divertido, un poco lúdico, al que la gente viniera por la comida pero también por la curiosidad. Así fue al principio; la gente llegaba para conocer la novedad y deleitarse con los gestos peronistas. "Después empezaron a venir en serio", dicen, y entendemos lo que dicen. Abundan comensales con el cartel de "habitué" pegado en la frente, como así también las caras de orgullo de quienes propusieron a sus amigos ir a comer a Perón Perón así lo conocían, y ahora se regodean en felicitaciones de "qué buen lugar"; pero también hay turistas, gente nueva que llegó a la ciudad con el restaurante agendado. Todos felices, todos cantando o aplaudiendo mientras suena (completa) la marcha peronista.


La magia de Perón Perón reside justamente ahí: el equipo es colaborativo, pero el público también. Todo se siente como estar en el cumpleaños de un amigo, o en una enorme fiesta de año nuevo con familia y primos que no vemos hace mucho. No estamos hablando todos con todos, pero algo nos une, y va más allá de lo político, de los Juan Domingos, los Néstores, las Evitas y las Cristinas. El que no vino por el ambiente, vino por la comida. Ambos están igual de contentos, y en el sabor y el disfrute desaparecen las diferencias. Volveremos.



Perón Perón 


Ángel Justiniano Carranza 2225

+54-11-4777-6194

Abierto de lunes a sábados de 19:00 a 00:00 hs.




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