La Coste de los Andes: balance y elegancia entre Argentina y Francia

La Coste de los Andes es la visión que Château La Coste de la Provenza tuvo en Mendoza. Siguiendo la tradición francesa, que antepone la calidad del suelo a casi todo lo demás, eligieron desarrollar el proyecto en Los Chacayes y Alto Agrelo, la nueva crema de la viticultura mendocina. Tras haber enviado el Andillian, una de las mejores etiquetas de esta bodega, a nuestros socios del Club Cuisine&Vins en abril, hablamos con su enólogo Lucas Giménez Bachiocchi sobre el presente y el futuro de La Coste en la Argentina.

por ANA PAULA ARIAS



La Coste de los Andes es un proyecto que merece ser reconocido: alcanza con saber que la bodega cuenta en nuestro país con la asesoría de Michel Rolland, el gran consultor quien, además de su criterio enológico, tiene un muy buen ojo empresarial. “Michel es siempre una voz de consulta para lo que se necesite. Él tiene una gran incidencia en la preparación final de los vinos, en los cortes, el afinamiento y el armado del vino en general. No puede estar encima de todas las bodegas que asesora, pero es siempre un libro abierto para consultar”, cuenta Lucas Giménez Bachiocchi, enólogo de La Coste.

En Francia hay una importante tradición de las llamadas Apelaciones de Origen. No importa tanto que un vino sea Malbec o Cabernet; lo que vale es el lugar donde fue cosechado. Los franceses tienen una gran conciencia de su propia geografía, y eso redunda en vinos que buscan hablar más de la zona de donde provienen que de la cepa con la que fueron hechos. Hay muy pocos lugares en Argentina que siguen este mismo criterio, y uno de ellos es Los Chacayes (Valle de Uco), que desde fines de 2018 cuenta con una Indicación Geográfica (IG) propia.


¿Qué debe tener un lugar para poder acceder al estatus de Indicación Geográfica?
Debe tener varias características. Además de la división política, la gran diferenciación se da en su tierra, sus vinos y sus temperaturas. Es una conjunción de factores. Hablando particularmente de Los Chacayes, es una IG única porque los vinos de Chacayes huelen a Chacayes, a sus campos. Tienen esas notas muy herbáceas, se siente el tomillo, la jarilla, son muy intensos en nariz.

¿El suelo es importante también?
Si, los suelos son muy diversos. Tenés formaciones de todo tipo, pueden ser aluviales o coluviales. Coluvial es cuando, por ejemplo, una montaña se desmoronó y eso aportó el perfil del suelo. Chacayes, por su parte, es un cono aluvional, esto quiere decir que el agua trasladó material desde la montaña en su formación y lo depositó en la zona de la IG. Es una zona marcada por varios ríos, algunos secos y otros no, que fueron los que trasladaron esos materiales desde la montaña. En Los Chacayes hay una gran heterogeneidad de suelos: tenés suelos de mucha arena, otros con piedra bola y otros con mucho granito. En esa heterogeneidad también se dan perfiles muy distintos de vinos, de acuerdo con los nutrientes y con la profundidad de raíces. Lo que nosotros hacemos es fermentar y elaborar los vinos de cada uno de esos lotes. Tenemos un lote que es mayoritariamente arenoso, otro que tiene más calcáreo y granito, y eso lo tenemos también diferenciado.

Ahora está súper de moda el suelo calcáreo. ¿Por qué es eso?
El calcáreo existió siempre, lo que pasa es que no se plantaban viñedos donde había calcáreo. Antes, en Mendoza, se plantaban viñedos en zonas con mayor carga de materia orgánica, donde el calcáreo estaba a otra profundidad y las raíces no lo podían alcanzar. Del año 2000 hacia acá se exploraron nuevas zonas, y ahí se empezó a ver la presencia del calcáreo en la montaña. En Europa gran parte de las plantaciones están sobre ese tipo de suelo. El aporte que hace el calcáreo al vino es único por las notas que se logran tanto en boca como en nariz.

¿Entonces vos creés en la mineralidad como una característica que se transfiere del suelo al vino?
Creo y existe, pero es tan abierto el tema que puede pasar que una persona detecte la mineralidad de un vino y otra no. Yo sí creo, y lo he confirmado, que el traspaso de la mineralidad del suelo al vino existe y se nota absolutamente. Todos estos suelos, todas estas zonas son muy características por su mineralidad.

En La Coste de los Andes se continúa con la perspectiva ecológica de Château La Coste, por eso tanto los viñedos de Alto Agrelo como de Los Chacayes tienen certificación orgánica. La idea es, en un futuro, pasar a ser biodinámicos.

La certificación orgánica, ¿siempre tiene que ver con una estrategia comercial?
Siempre lo aclaramos: no somos orgánicos por una cuestión comercial, sino por una convicción por parte de todo el equipo. Realmente creemos que el camino a transitar es uno de armonía con la naturaleza y con el ecosistema que reina en los viñedos. En la agricultura orgánica cualquier tratamiento debe ser preventivo y ninguno puede ser curativo. Hay que encontrar la manera de convivir con los insectos, hacerlos trabajar a tu favor o al menos lograr que te generen el menor daño posible. Nosotros somos orgánicos porque creemos en la viticultura orgánica.

En la viticultura orgánica, sin embargo, se siguen usando sulfitos. ¿Considerás que en algún momento se va a poder prescindir de ellos?
Ojalá a futuro se pueda. Los sulfitos en el vino son los que le dan gran parte de la longevidad, y hacen que pueda ser de guarda. En nuestro caso, la utilización de sulfitos es mínima porque en la agricultura orgánica tenés que llegar a la bodega con una materia prima de calidad 10, ya que no se puede usar ningún método curativo. Con una uva en excelentes condiciones partís de una base muy sana, y eso hace que el proceso requiera de muchos menos sulfitos y muchos menos conservantes.

Provenza es una importante zona vitivinícola del sudeste francés, famosa por sus rosados. La fórmula mágica es el corte de las cepas Grenache, Mourvedre, Syrah y Carignan, que da vinos delicados, minerales, fragantes y de un bellísimo color asalmonado. Lucas divide su trabajo entre los viñedos de Argentina y los de Francia, lo cual le aporta una gran perspectiva en su trabajo enológico. “Si te hablo de grandes diferencias entre Francia y Argentina te miento. El francés, en general, tiene muchas similitudes con gran parte de los argentinos. Lo que sí veo es que, en Francia, desde el cosechador hasta la cabeza de la bodega están muy ávidos de aprender, de progresar, se interesan mucho por el proceso dentro de la bodega”, agrega.

Los vinos que se obtienen de ambos terruños, sin embargo, sí tienen grandes diferencias. El desafío está en encontrar las variedades correctas según el suelo y el clima, tal como sucede en el viejo mundo: “Argentina es tan extensa y hay tantas regiones vitivinícolas que creo que tenemos que ir andando el camino y, a futuro, vamos a llegar a que cada zona esté marcada por sus variedades y estilos, como sucedió en Francia. Allá están legisladas las variedades que podés plantar en una zona o en otra. Yo creo que vamos por ese camino. Tenemos grandes suelos, climas y, sobre todo, grandes profesionales para lograr una calidad igual o mejor a la que tienen en Europa”.


En relación a los vinos rosados de la Provence ¿es probable hacer un producto así en Mendoza?
Se están haciendo grandes rosados desde hace unos años en Mendoza y en Argentina en general. El tema es que partimos de una base diferencial, que son las variedades y los colores que aportan. Las variedades típicas de Francia son de mucho mayor carga frutal y, por una cuestión de clima, también de menor intensidad en materia colorante. Entonces, es un gran desafío llegar a esos rosados pálidos que se dan allá en la Provence. En Château La Coste usamos todas variedades tintas, y logramos esos vinos bien claros, de muy buen volumen y buena intensidad. Pero qué pasa en Mendoza: tenemos amplitudes térmicas mucho mayores a las de Francia, y tenemos también variedades que en estos suelos se desarrollan de una manera que aportan mucho más color. Para llegar al color de Francia muchas bodegas caen en el corte con vinos blancos, y ahí comienza el desbalance. Hay que encontrar las variedades óptimas para nuestros suelos y nuestro clima.

¿Dónde pensás que hay más planificación, en Francia o en Argentina?
Metiéndome de nuevo con el tema de la agricultura orgánica, tengo que decirte que sin planificación no hay nada, no hay calidad. La agricultura orgánica habla de eso, de estar preparados, de anticiparse, ya sea en el viñedo como en la bodega, porque como no podés aplicar ningún producto curativo, todo se debe a la planificación. Si no hay planificación no hay calidad en la agricultura orgánica.

En Francia está muy vinculada la viticultura de una zona a su gastronomía. Acá la gastronomía está tan relacionada a la carne que es muy difícil que se le dé espacio a los vinos rosados y blancos. ¿Cómo hacemos para revertir eso?
En Argentina fue durante muchos años todo Malbec y tintos. Hoy en día ese espectro se está abriendo, y se están elaborando vinos con Cabernet Franc, Sauvignon Blanc y Pinot Noir, grandes variedades de Argentina que no son Malbec. Esa diversidad va a traer una gastronomía más diversa que no sea solo a base de carne.

¿Además de las cepas típicas de la Provence, con qué variedades te parecería interesante hacer rosado?
Hemos empezado a hacer algunos ensayos y vimos que con algunos rosados de Pinot Noir se logran resultados muy interesantes, más allá de que hay rosados acá que son a base de Grenache y que, para mí, son los mejores de la Argentina. El vino rosado es un vino técnicamente muy complejo; no depende solo del suelo y el clima, sino también de una mano enológica.

Además de las que ya están en el mercado, ¿con qué otras cepas tienen pensado empezar a trabajar en las fincas de Mendoza?
En un mes estamos lanzando al mercado un corte de Malbec, Cabernet Franc, Bonarda y Petit Verdot. Tiene Malbec de las dos zonas: Chacayes y Agrelo. Va a salir en una línea intermedia entre Andillian y La Coste de los Andes. En Chacayes ya hemos plantado Malbec, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc; este año vamos a plantar Pinot Noir, y también vamos a empezar a desarrollar variedades típicas del Sur de Francia, porque en Chacayes hemos encontrado algunas similitudes fuertes con la Provence.

¿Tenés ganas de hacer vino en otro lugar de Argentina que no sea Mendoza?
Siempre es un desafío explorar zonas nuevas. Mi corazón está con la Patagonia, porque es una región donde viví. Es un lugar que me encantaría desarrollar, específicamente en toda la zona de Río Negro. Es complejo por el tema del viento y las temperaturas, pero hay que encontrar sectores dentro de esas regiones donde se puedan plantar viñedos. La Patagonia es siempre una materia pendiente, de la que hemos hablado mucho, así que no creo que pasen muchos años hasta que hagamos algo por allá.

Para el consumidor que aún no los conoce, ¿qué tipo de producto va a encontrar cuando se tome un vino de La Coste de los Andes?
Tanto si prueba los vinos de Francia como los de Argentina, va a encontrar un producto donde reina el balance y la elegancia. No va a encontrar aristas marcadas ni de alcoholes, ni de acidez, ni de madera. En todas nuestras etiquetas las protagonistas son la fruta y la variedad. Y lo importante es que va a encontrar vinos muy saludables, porque son todos orgánicos certificados. 



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