Diarios de cuarentena: Estamos conociéndonos

En esta ocasión, para arrancar la semana, una columna del grandísimo Mario Mactas, quien reflexiona sobre los placeres y contratiempos de la convivencia en tiempos pandémicos.




por MARIO MACTAS

He de iniciarla por estas palabras de exorcismo que la cuarentena necesita: encerrado ?sí, es necesario, está bien, uno lo sabe?, la casa es poseída por el que vive entre muros y escaleras. Es un edificio tal vez centenario en San Telmo y la casa es inmensa y muy linda, con techos altos, bovedillas entre vigas de hierro, terraza azul con plantas, pájaros, una chispa de río hacia el Sur. Esa descripción viene de la posesión del lugar dentro del habitante: nunca me había puesto a mirarla en serio. Estaba. Grande y silenciosa, resulta perfecta. Resultaba, hasta que a la posesión ?todos los detalles, la buena pintura, la iluminación natural y la diseñada por La Santa, Leonor; mi mujer es iluminadora de vuelos altos, lo observado ahora morosamente- se agregó la convivencia de tiempo completo.

Vivimos aquí, aunque la casa es de La Santa. Yo llegué y, hasta ahora, errante viajero del mundo de la mujer, abundante en placer, alejamientos, quebrantos y días radiantes. Lo de La Santa viene desde los años de Madrid y la invitación de señoritos alegres: “¿Qué? ¿Nos tomamos unas copas, Mario?”. “¿Con santas o sin santas”? Esposas, santas esposas. Se lo apliqué bastantes años después. En ese momento era otra santa. Quedó. Escucho a La Santa urdir algo en la cocina ?se ha dejado las canas y va por el medio del río, sal y pimienta en el pelo?, y lavaré los platos, lo único que sé hacer, sin dejar de recibir alguna factura al respecto más tarde, estoy seguro. Es mona, inteligente, obstinada y, como diría, refinada. Estamos de cuarentena, campo ideal para la sorda lucha por el poder. Gana ella: metido para dentro, taciturno, no entro en los juegos menos dichosos de la convivencia total, implacable, sin calle ?la vida está en la calle?: me tiro en el cuarto round.

Y así pasan los días y las noches. Tenemos ámbitos propios, cuartos de baño, escritorios, dormitorios. Las reuniones quedan a lo que la suerte y los humores quieran, con un valor importante a la libertad y a las horas con cada uno y sus asuntos en materia de horarios, lecturas, despatarramiento teléfono y sueño. Reúnen las comidas, la televisión informativa, las series: a mí me aburren pronto, han de ser la ansiedad y el embole. Prefiero los documentales. La Santa la ficción o mixtas. De ese modo, las pieles se renuevan y aparecen nuevas: nadie termina de conocerse del todo, a uno mismo y a quien va al lado por el mundo. El encuentro constante obstruye lo recóndito, aparecen luces y sombras desconocidas. No reporta infelicidad, sin embargo, pero queda más expuesta que la llamada pareja está, por lo menos , un poco sobrevalorada. Puede comunicarse en dosis chicas uno al otro, pero no hace falta. Con cierta inteligencia, nada del otro mundo, resulta que se está mejor, si hay algún sentimiento amoroso ?no se exige tampoco nada del otro mundo? a la espera, sin salir, que allá afuera. Es que afuera están, sin mostrarse, los vampiros.

— Buenas noches, querida.
— Que descanses. 



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