Auténtico Refugio Italiano

En una histórica ochava palermitana, La Baita ofrece exquisiteces tradicionales della nonna, en un ambiente distendido, cálido y familiar. 

Por Mariano Fresco

Fotografías Lorena Cifuentes 


“¡Los felicito! No comía ravioles de ricota tan deliciosos desde mi niñez, cuando iba a la casa de mi abuela. Me voy con el corazón contento y muchas ganas de regresar”.

Esta frase (honesta, sentida, desinteresada, expresada por un comensal cuando se retiraba del restaurante) sintetiza la calidad de la propuesta gastronómica de La Baita. Un espacio auténticamente italiano, con productos Premium y llamativa calidez humana.

Créanme, en tiempos en los que prima el individualismo, encontrar un lugar en el que –literalmente- te hacen sentir “como en casa”, no tiene parangón.  

Pionero del hoy superpoblado circuito gourmet palermitano, este proyecto ubicado en una antigua casona de la calle Thames nació bajo la premisa de ofrecer comida rica, abundante, artesanal y sabrosa, con énfasis en las ancestrales elaboraciones “della nonna”.

Con esta receta simple, sin secretos ni complicaciones, pergeñada desde el corazón, los resultados positivos llegaron antes de lo pensado. El famoso “boca-boca” empezó a tomar fuerza y las mesas se llenaron de familias ávidas por deleitarse con suculentos platos italianísimos, en un ambiente cálido, acogedor y hospitalario.

“Baita significa refugio de montaña de Los Alpes, provisionada con víveres y abrigos para contrarrestar el esfuerzo que hacían los campesinos bajo la inclemencia de la nieve. Este concepto es el que aplicamos aquí. Brindamos calor y contención a nuestro público”, explica Guido Bioli, mentor del proyecto, que combina armónicamente tintes paternalistas y campechanos.

Entre pinoteas y mármoles originales restaurados, los esmerados camareros invitan a sentarse y entregarse por completo a una experiencia inolvidable. “Porque lo más importante no es que vengas, sino que vuelvas”, agrega Bioli.

Música italiana de todas las épocas y ensayos de Leonardo Da Vinci completan una atmósfera bien itálica, que generan un clima distendido, relajadísimo. En cada rinconcito de este refugio gourmet uno se siente como en su propio hogar.

Para empezar, nos deleitamos con dos antipastos opíparos (repito, las porciones son abundantes): gamberoni con cus cus (langostinos salteados con ajo y guindilla, acompañados con cus cus saborizado) y fritelle di parmigiano (buñuelos de parmesano fresco sobre cebolla salteada).

Otras opciones tentadoras son: el pomposo formaggio di capra grigliatto (provola de cabra rellena de tomates secos y aceitunas negras o jamón crudo y tomate) y el antipasto del contadino, para 3 o 4 personas (croquetas de verdura, carnes, papa y mozzarella, mozzarellas saborizadas; "ciambotta", tomates, berenjenas y zucchine rellenos).

A la hora de los principales, fuimos por los innovadores triangoli con formaggio di capra (triángulos de pasta roja rellenos con queso de cabra, ricotta e hierbas y condimentado con jamón crudo, verdeo, arvejas y crema) y los jugosos ravioli di agnello (rellenos de cordero condimentados con crema a la menta).

¿Otras delicias? Fusilli Calabresi (sin huevo al fierrito y al dente con “pomodoro” y pesto de nueces) y tagliatelle con brócoli (combinación de pasta casera tricolor con brócolis, cherry y láminas de queso parmesano).

Además, hay interesantísimos platos a base de pasta gratinada, risotos, carnes blancas y rojas, elaboraciones vegetarianas, pescados y preparaciones con cordero.

Para el epílogo, nos inclinamos por el “vero tiramisú”, con queso mascarpone y “muchísimo amor”, según las palabras del mentor de La Baita.

La noche continuó un poco más. Entre charla y charla -copa en mano-, la madrugada empezó a asomar sus narices. Hora de volver a casa, con el corazón contento. “Qué bien la pasamos. Regresaremos”, concluimos, mientras una sigilosa Buenos Aires nos despedía hasta el día siguiente. 



Etiquetas
Categoría Blog

Comentarios